martes, 30 de agosto de 2011

-¿Dónde?, Acá hay amor.

Hay una madeja en cada uno, que conforma lo complejo de todos nuestros miedos. Y descontruirla es la oportunidad que cada quién tiene para salvaguardarse de las hostilidades que alberga la vida.
Pero hay un temor o un miedo, que debe ser superado por encima o por principio de todos los otros, para volvernos más originarios, más esenciales, más de eso que llevamos dentro y por lo cual hayamos fundamento en la vida. Y es sin más, que el miedo al amor.
Más que al amor a secas, es a manifestar ese amor que nos trajo a la vida precisamente a vivirla. Porque sin amor no hay vida que haye su sentido, su logro, su trascendencia.
El amor nos lleva a sentirnos coherentes, completos, y a su vez nos lleva a un lugar imprescindible y que no todos hemos de llegar. Al lugar nuestro en este hermoso mundo, o fastidioso mundo, o mundo en fin o mundo.
Nuestro lugar. Sin agravios, con paz, con caudal inmenso, sin creencias, sin luchas, solo con la fortaleza y natural amor. Solo natural amor.
Pero para encontrarnos, hemos de beber humildad, repletos de ella, de solturas, de entrega, de ese modo y de lo más díficil que sea conseguirlo, hallaremos amor cotidiano. En cada sol, en cada luna, en cada nueva estrella, en cada resplandor, en cada cada, en todo y todos. En la vida, acá, sin sospechar todo el tiempo en el más allá

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