jueves, 27 de diciembre de 2012


Aunque a nadie ya le importe.
Así empieza una de las canciones que más definen este momento de mi vida.
Logre evocar tanto a la soledad, que se me metió en cada tramo de piel.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Caperucita, Blancanieves, Pulgarcito

OSVALDO TE ADORO, SOS UN GENIO, GRACIAS MAESTRO.

 
Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn, Alemania
Llego aquí y el país está envuelto en una fiesta. Doscientos años de la aparición de los Cuentos Infantiles y Hogareños de los hermanos Grimm. Sí, algo para festejar, para alegrarse, para llevarles flores a esos dos bondadosos hermanos que concibieron nada menos que escribir cuentos para niños. Y los escribieron. Y estarán siempre en el recuerdo de todos.
Me acuerdo cuando mi padre nos trajo un libro con el increíble título y hermosos dibujos: Cuentos para niños. No podíamos creer. Desde ese día comencé a soñar, a mirar el mundo con otros ojos. Tenía siete años y vi que se me abría otro paisaje distinto en la vida. El de la imaginación, el de los sueños. Que había otro mundo. Que existían hadas, bosques, sueños, fantasías, que era posible navegar con la imaginación por todos lados y visitar todos los lugares escondidos. Personajes para soñar, para imitar. De pronto allí, la bondad descrita, el triunfo de los débiles: Caperucita Roja, Pulgarcito, la Cenicienta, la Bella Durmiente..., la Madre Nieve, el Sastrecillo valiente... Vuelven a mí los personajes que me acompañaron en los sueños de toda la infancia.
Fue la mejor escuela. Y también recuerdo cuando mi padre me llevó a la biblioteca de Belgrano por primera vez. Había una habitación con libros de cuentos para niños... Ahí estaban también los de Andersen, los de Perrault... No lo podía creer. Recorrer las tapas con los ojos sorprendidos y la boca que no podía cerrar de pura sorpresa. “Ya no es necesario jugar”, me dije, con un libro de ésos bastaba y sobraba para pasarla bien, gozar, jugar con los personajes y, principalmente, soñar. Esos libros me hicieron aprender a soñar. Sí, y lo dicen los hermanos Grimm en el prólogo de su libro en los Cuentos para niños: “Toda poesía legítima tiene valor cuando demuestra que no puede ser sin estar relacionada con la vida. Porque ella se ha originado en esa vida y regresa de nuevo hacia ella. Como las nubes hacia su lugar de nacimiento luego de que han regado la tierra”.
Así de profundos eran. Como en su búsqueda de los cuentos infantiles. Se basaron en todas las leyendas que contaban las abuelitas en los lugares más alejados. Querían salvar así una tradición que podría perderse con el tiempo. Y ahí quedaron. Hace doscientos años, en 1812, apareció la primera edición de sus Cuentos para niños y salieron 900 ejemplares a la luz. Mientras tanto se han traducido a 170 idiomas y es sin duda uno de los libros más editados en la historia del ser humano.
Los hermanos Grimm nacieron en 1785 y 1786 en Hanau, una pequeña ciudad en el estado de Hesse, en Alemania. Y son autores también del primer diccionario de esa lengua.
En su ciudad natal se levanta un artístico monumento a la memoria de ellos en la plaza central. Feliz una ciudad que tiene un monumento nada menos que a los autores de un libro de cuentos para niños y no a un hombre con armas o a alguien que usó del poder para llegar a la fama. Un ejemplo para aprender. Porque además, como reconocimiento a quienes nos trajeron desde chicos personajes para soñar, divertirnos o aprender, se ha diseñado en este país un circuito verdaderamente extraordinario: “La ruta de los cuentos alemanes”. Se parte desde Bremen, donde en el centro de la ciudad se representan cuentos de esos autores. De allí a las ruinas del castillo de Everstein, donde se representa el cuento La Cenicienta. Y de allí se pasa por doce lugares escenarios de esos relatos, donde se van representando los más conocidos cuentos de los hermanos Grimm. Hasta llegar a Hanau, su lugar de nacimiento, donde se termina con un festival del cuento infantil.
Mismo en la ciudad de Hanau se proyecta construir un museo llamado El mundo de los hermanos Grimm, en el cual se expondrán todos los ecos mundiales que tuvieron sus cuentos, los dibujos en interpretaciones distintas de sus personajes, los iconos, estatuillas, las diversas ediciones mundiales de sus libros. Va a ser un centro verdadero, además, de la literatura infantil y de todos sus progresos y distintas direcciones artísticas que tomaron sus personajes desde que fueron creados.
–Buenos días, Caperucita Roja –la saludó el Lobo.
–Muchas gracias, Lobo.
–¿A dónde va, tan temprano ya afuera, Caperucita?
–Voy a visitar a mi abuelita.
–¿Qué llevas debajo del delantal?
–Torta y vino, ayer nosotras amasamos y ahora tengo que llevárselos a la abuela enferma y débil para que se mejore y se ponga fuerte...
Así comienza el diálogo entre Caperucita y el Lobo que terminará cuando el Lobo le responde a la pregunta de ella: “¿Por qué tienes una boca tan grande?”, nada menos que con estas palabras: “Para comerte mejor”.
Pero en todos los cuentos de los Grimm triunfarán finalmente siempre los más débiles y los más inocentes, dejándonos una moraleja.
En nuestro recuerdo van desfilando. La Cenicienta, El Sastrecillo valiente, El Gato con botas, Hänsel y Gretel, La Bella durmiente, Blancanieves y los siete enanitos, La zorra y los gansos... y tantos otros.
Günther Grass, el Premio Nobel de Literatura, ha escrito un libro inolvidable, pleno de cariño y admiración. Se llama Las palabras de los Grimm, y lleva este subtítulo: “Una declaración de amor”. Y termina su libro describiendo la Alemania derrotada después de 1945. Todo es destrozo y ruina, dolor, el resultado de la estupidez humana que nada ha aprendido a pesar de sus experiencias, guerras perdidas, millones de jóvenes muertos, madres desoladas, niños que nos miran. Un paseo final que pueden dar un siglo y medio después esos dos sabios hombres llamados los hermanos Grimm. Con sus cuentos infantiles y sus metáforas bien escondidas pero siempre presentes. Hubiera sido por demás mordaz si en ese escenario se hubiesen encontrado los hermanos Grimm con el filósofo Kant, llevando éste en sus manos un ensayo sobre “La Paz eterna”. Y después de ello decidieran hacer una visita de consulta a Freud.
Y volvemos a remarcar los cuentos infantiles. Ahí están las semillas de las ilusiones y de la curiosidad. Para que crezca una planta bien verde y de coloridas flores. Escuelas con los nombres de los hermanos Grimm y sus personajes. Caminos para entrar en los sueños. Pensar más en los niños, en el futuro. Blancanieves nos espera, Caperucita Roja nos trae ilusiones, Pulgarcito nos muestra sonriente los lados de la bondad y el participar, el Gato con botas no se hace ya el mandón sino que recorta pedacitos de pan para las lauchitas, la Bella durmiente nos habla de lo que puede significar el amor eterno.
Soñar, por lo menos, los domingos al atardecer.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Cuando el enemigo no es más el otro, y no se encuentra fuera. Y encuentra un refugio entre ellos. Saltan cosas como las masacres yanquis.
Beben del odio que vierten y esparcen.
No a las armas, No a la crueldad, No al odio.

Sos el que hace las guerras
Dicta falsas condenas
El que ama la violencia
Que no tiene conciencia (nunca piensa, nunca piensa,
no cuida ni su alma)

lunes, 17 de diciembre de 2012

Vuelvo a la Luna

Me acuerdo que cuando era pequeña me interesaba mucho el misterio que escondía la Luna. La pensaba como al hogar de mis seres queridos que ya no estaban conmigo. En realidad, en ese momento pensaba que mi abuelo, a quién no conocí dormia allí dentro. Con la incomodidad que eso le generaba seguramente, encojerse para entrar en una media Luna. Ya que siempre tenía la mala suerte de contemplarla, cuando la  se veía de manera incompleta. Así comenzaban las noches y las preguntas interiores.
Hoy ya no me pregunto a cerca de casi nada, pienso saber muchas cosas. Pero cuando me quedo sola, conmigo, mi respiración, con ese mundo tan pequeño que soy yo. Me doy cuenta que vacía esta el alma de alguien que solo trabaja, consume y mal gasta la vida en ahorrar, en recuperarse de noche y seguir avalando esta maquinaria. Que ayer quedo demostrado que nada vale alimentarla.
Tendremos que volver a los pensamientos de la niñez, pero mejorandolos con lo que adquirimos, mejorarlos, ponerle palabras que ahora conocemos. Generar que el conocimiento se vuelva vuelo, y ya no un enorme bagaje que a la hora de morir sea olvido.
El amor quizás sea un buen punto de comienzo.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Dios, la tevé y el periodismo nacional

 

Por José Pablo Feinmann
Días pasados (en fin, apenas el viernes) asistí al programa de televisión de Daniel Tognetti, tipo piola, algo que escasea alevosamente en ese espacio dominado –como en todo el mundo– por grandes corporaciones que tienen marcada predilección por periodistas de rango escaso o mínimo o, sin duda, erosionado por una persistente ausencia de materia gris, que, de modo alarmante, aumenta cada día. Tognetti, en un malhadado momento, incurre en un lugar común. Común cada vez que voy a la televisión, no en otros ámbitos. Por ejemplo: cuando doy una conferencia en la Biblioteca Nacional o presento uno de mis ensayos o una de mis novelas en la Feria del Libro (lugar adecuado para hacerlo). Tognetti dice que hay un Feinmann bueno y otro malo. Con el “Feinmann malo” se refiere a un periodista que se obstina en usar mi apellido. (Sospecho que porque también es el suyo.) Le digo (a Tognetti, ¿no?) que no me quite la maldad. El Mal ha sido la inspiración de grandes escritores. Un solo ejemplo: Charles Baudelaire, que transitó por este mundo entre 1821 y 1867. Cuarenta y seis años meramente. A otros les fue peor. Por ejemplo a Arthur Rimbaud, que sólo vivió treinta y cuatro. Su obra magna fue: Una temporada en el Infierno. Que refiere, sin duda, su paso por este mundo. Título que todos podemos ponerle al nuestro. Baudelaire, considerado un “poeta maldito”, cometió célebremente (para algunos, no para muchos en la tele y en la radio, con perdón) Las flores del Mal. Ahí escribió: “Y el oscuro enemigo que nos roe el corazón/ Crece y se fortifica con nuestra propia sangre”. Según vemos, un poeta maldito, que se encuentra cómodo encarnando el Mal. Para que nadie lo dudara tradujo a Edgar Poe (su primo el “Allan”, nombre del pérfido padre de Edgar cuyo nombre éste, masoquista grave, se empeñó en añadir al suyo, quién entiende a esta gente). La traducción, lejos de expresar el estilo de Edgar Poe, expresó el de Baudelaire, ya que éste lo tradujo a un francés baudeleriano. Será por eso y por otros motivos que Sartre –en su brillante ensayo: “Baudelaire”– minuciosamente lo destruye. O sea, el Mal tiene prestigio. Nada menos que Georges Bataille (autor del excepcional El erotismo, valorado por estudiosos de todo tipo, literatos, filósofos nietzscheanos) escribió un breve pero excepcional ensayo bajo el título de La literatura y el Mal. Quiero decir lo siguiente: ¡no me saquen el Mal para endilgárselo al periodista que usa mi apellido (porque también es el suyo)!
Una productora inteligente (de un canal en el que desarrollo mi ciclo Filosofía, aquí y ahora, que lleva ya seis temporadas y acabamos de grabar la séptima, con Ricky Cohen, mi productor y eficaz ilustrador de mis ideas) me dijo: “No, no se trata de quitarte el Mal. Nos referimos a una cuestión de calidad. Vos sos bueno, aquél es malo”. Epa, ¡pero así cualquiera gana! Con no decirles “conchudos” a los estudiantes o detallarles los sandwiches que deben comer ya está, ganó uno. Compárenme con gente que valga la pena: con Eduardo Grüner, Horacio González, Ricardo Forster. O, si quieren elegir alguien de bajo perfil, con Dios. Además, al periodista que usa mi apellido (porque también es el suyo) ahora lo defiende el periodista-con-sobrepeso-que-no-deja-de-fumar. Fuma como un murciélago, acaso en un intento por ser Batman. Hasta ahora no lo ha logrado. Este versátil, voluble, tornadizo personaje, en la década del ’90 decía que el periodista que usa mi apellido (porque es el suyo) quemaba libros, en tanto yo los escribía. Estaba de mi lado. Ya no. Sospecho por qué, pero no lo voy a decir. Todos lo saben.
Lateralidad: todos también saben que fumar es malo, malísimo para la salud. El que fuma –de algún oscuro, tenebroso modo– se busca la muerte. Se dice (me permitiré insistir en esto): fuma como un murciélago. Las asociaciones antitabaco tienen que perseverar en sus campañas. Atención ahora: voy a ofrecerles a esas compañías (si ya no lo hizo otro) un comercial implacable. Aparece Batman en pantalla. Nos mira y dice: “No fumen. Yo, que soy el Hombre Murciélago, no lo hago. ¿O me han visto fumar en alguna de mis películas? ¡Jamás! Quiero vivir para seguir luchando contra los delincuentes y terroristas de toda laya, de toda calaña, en defensa del Imperio Americano al que pertenezco. Usted, descerebrado, si quiere matarse, fume. Pero recuerde. Yo, Batman, no lo hago”. Si alguien me roba esto y se lo ofrece a las compañías antitabaco se las tendrá que ver conmigo, algo que no es muy peligroso, pero también con Batman, algo que sí, definitivamente, es peligroso. ¿Por qué con Batman? Elemental: vamos fifty fifty en esto. Fin de la lateralidad.
Debo aclarar otra cosa. Dije que Dios tiene perfil bajo y debo justificarlo. ¿Alguien vio a Dios en la tapa de algún suplemento literario? ¿Alguien lo vio entre los personajes del año de la revista Gente? No. ¿En alguna otra parte? No. Dios está ausente. ¿Alguien lo vio en la tapa de Clarín declarando: “Página/12 miente”? ¿Alguien lo vio en la tapa de Página/12 declarando: “Clarín miente”? No, Dios practica un perfil tan bajo que muchos ya sospechan que este mundo le importa poco. O peor: que le importa un soberano ca –si me permiten la expresión– rajo. Lo dejó solo y triste en la cruz al profeta de Nazareth: “Padre, ¿por qué me has abandonado?”. Silencio: bajo, muy bajo perfil. Lo dejó estragado por lo pecaminoso a San Agustín: “Padre, ¿por qué me gustan tanto esas hembras que andan por ahí? Si me prohibiste el contacto con ellas, ¿por qué pusiste en mí este impúdico deseo que me arrastra hacia ellas?”. Silencio: Dios no responde. Siempre el bajo perfil. Otra vez San Agustín: “Padre, si eres omnipotente, ¿por qué no impides el Mal?”. Silencio, perfil cada vez más bajo. Tan bajo que hace casi dos mil años que no aparece por aquí. Imaginen si apareciera. Todo el bullicioso periodismo argentino se arrojaría sobre él y le haría la pregunta fundamental de esta sociedad, la que la estructura, la que la constituye: “Dios, diga la verdad, eh. Nada de parábolas o cosas raras. ¿Usted es K o anti K?” Dios, aquí, se tomaría el bondi hacia otra galaxia. Lástima, Cynthia García le habría preguntado: “Dios, ¿por qué está aquí? Dígame, ¿usted sabe por qué está aquí?”. El periodista con sobrepeso que no cesa de fumar lo habría tratado con su estilo sarcástico: “Dios, ya es tarde. Esto no lo arregla ni usted. Ni usted va a conseguir que dejen de robar. Rájese, Dios. Fue una franca pe –esto no lo digo yo sino el mencionado periodista– lotudez que se haya aparecido por aquí”. Carrió, mística apasionada, le habría reprochado: “Dios, ¿por qué la gente no me vota? ¿No podría hacer algo sobre esto? Por ejemplo: hacerme ganar las próximas elecciones”. Pero Dios no vino, ni vendrá. Bajo perfil, lo dijimos. Silencio total. Benedicto XVI (quien, aclaremos, nunca fue nazi, hasta el punto de que su padre murió en Auschwitz: se cayó de una torre de vigilancia) ha dado en el clavo. Dijo: “No es que Dios esté ausente o no le hable a la Humanidad. Sucede que la Humanidad está sorda ante Dios”. Gran solución teológica. Los dolorosos, lacerantes problemas de la Humanidad ante un Dios silencioso, se arreglarían con una simple visita a un fonoaudiólogo.

 JOSE PABLO TE BANCO, GENIO, BARRILETE COSMICO DE LA PALABRA.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Cuando nada te deja tranquilo. Nada, se supone que estas enfermo.
Estoy enferma de inquietudes, de preguntas, de irrespuestas.
De irrealidades. De no entenderme, ni que me entiendan.
Y esa falta de dialogo, de sonrisa, de mirada complice. Me falta complicidad.
En cualquier extraño lugar que me encuentre, es extraño precisamente.
Nada me hes ya, un sitio ideal.
Me encuentro buscando un lugar.

martes, 11 de diciembre de 2012

A veces uno se introduce en su propio mundo, y se cree el principito. Y termina siendo un tremendo egoísta.
Pobre Marita, Pobre nosotros, los que somos simples ciudadanos...Que nada nos maldiga tanto para terminar siendo decidido por jueces tan nefastos, como la mano que desaparece a minas como Marita.
Ojala que quede en el corazón de Susana esa lucha que emprendió sola, que quede claro que después de Marita, la prostitución y la trata son dos palabras que duelen. Gracias Susana por tanta enseñanza. Y si un juez no hace justicia, que el tiempo la haga sola.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Más triunfos de la ética


Por Osvaldo Bayer
Entre las preocupaciones diarias, como las de tormentas e inundaciones, y la aprobación o demora de leyes imprescindibles, nos sorprenden con optimismo pleno triunfos de la ética que se refieren a nuestro pasado. Ligar ese pasado con la verdad histórica y no esconderlo. Por ejemplo, el triunfo de ello en la ciudad bonaerense de Vedia ha sido completo y perfecto, sin peros ni aunques. El Concejo Deliberante de esa ciudad aprobó el cambio de nombre de cuatro calles del distrito. Cuatro. Nombres de personajes –algunos de estructura siniestra, por no decir algo más duro– que nos fueron impuestos por el poder de turno. Nada menos que el mercenario y asesino Federico Rauch, el dictador criminal contra nuestra democracia José Félix Uriburu, el genocida Julio Argentino Roca y el de Ataliva Roca, que hizo los peores negociados y que ponía la cara para que no apareciera el “general”, su hermano, como acusado. El pícaro Sarmiento inventó la palabra “atalivar”. Escribía con gracia: “El general Roca hace sus negocios y su hermano ataliva”. Punto. Todo el mundo lo comprendía y en vez de decir “coimear” los porteños usaban “atalivar”.
Bien, nosotros, los argentinos, con tal de quedar bien con los poderosos, pusimos el nombre de Ataliva Roca a múltiples calles de nuestras ciudades del interior, y hasta una ciudad de La Pampa se llama Ataliva Roca. Algo para mirarse al espejo y enrojecerse. Y esos representantes del coraje civil, los concejales de Vedia, dijeron basta y cambiaron el nombre de la calle Federico Rauch, por Arbolito; la Ataliva Roca, por Juan José Castelli; la general Uriburu, por Manuel Dorrego, y la Julio A. Roca, por Pueblos Originarios. Lo hemos explicado ya numerosas veces, pero lo aclararemos una vez más: Rauch fue en homenaje al mercenario europeo que llegó contratado por dinero por el presidente Rivadavia “para exterminar a los indios ranqueles”. Vino a matar y sus comunicados hablan el idioma más perverso: “Hoy, para ahorrar balas hemos degollado a 27 ranqueles”. Los otros comunicados hablan de la perversión de este militar que fue ajusticiado por el indio ranquel Arbolito en un encuentro frente a frente. De Ataliva Roca nada bueno podemos agregar sino que fue apenas un lacayo de su hermano. Ahora esa calle llevará el nombre de Juan José Castelli, uno de los más preclaros Hombres de Mayo, que como pocos luchó por la igualdad y la libertad; sus documentos lo dicen todo: junto a Moreno y Belgrano fueron los tres hombres más avanzados de los héroes de aquel 1810. Y justo los que más insistieron en reconocer la igualdad de derechos a los pueblos originarios y terminar para siempre con la esclavitud a que habían sido sometidos por los españoles –”occidentales y cristianos”– en esas formas infames de la mita, la encomienda y el yanaconazgo. Belgrano lo escribe con precisión absoluta que no puede dar lugar a interpretaciones falsas: “A partir de este momento, los pueblos originarios gozarán de los mismos derechos de que gozamos nosotros, los hijos de europeos que tuvimos la suerte de nacer en territorio de América”. Idioma luego traicionado en sus raíces por Roca, Avellaneda y tantos otros que firmaron documentos sobre la “necesidad del exterminio de los salvajes, los bárbaros”. O como dice Roca en su informe final ante el Congreso de la Nación: “La ola de bárbaros que ha inundado durante siglos estas fértiles llanuras ha quedado exterminada para siempre, y ahora quedarán a disposición del capital extranjero y de los inmigrantes”. Todo un ejemplo de ética. Pero nosotros los argentinos, con un dejo de sentido de adulación al poder, les seguimos rindiendo honores con sus nombres a escuelas, plazas, calles y monumentos en bronce.
Bien, nuestro abrazo agradecido. Sería largo nombrar a todos los valientes ciudadanos que propusieron esos cambios, todos con argumentos irrebatibles para ellos mismos.
Por otra parte, la Radio Nacional de Bariloche, a través de su director Carlos Echeverría, organizó un acto para discutir el tema del monumento a Roca instalado en la plaza principal de esa ciudad, que últimamente ciudadanos argentinos de origen mapuche han intentado bajarlo del caballo de bronce en que se exhibe al “conquistador del desierto”, más bien exterminador de los habitantes originales de toda esa región patagónica. El acto fue muy concurrido y se expuso allí toda la documentación oficial de aquellos tiempos, y la entrega de las tierras conquistadas a estancieros de la Sociedad Rural Argentina y al propio Roca, que se quedó con miles de hectáreas en el sur bonaerense, con su estancia “La Larga”. Eso es lo que vale en una sociedad que quiere asentar su democracia: el debate. No sólo de los problemas de la actualidad sino de cómo se comportó en su pasado. Los crímenes legales que se cometieron y que nunca fueron revisados. Los argumentos fueron de tal peso, todos basados en terminar con los racismos y los intereses probados, y en hacer valer la moral y la vida. Le damos poco tiempo a la existencia de ese monumento provocador, principalmente para los pueblos originales que viven desde hace siglos en esas regiones.
Y justamente bien al sur de esa Patagonia vivió durante siglos esa etnia llamada tehuelche, que fue exterminada poco a poco desde la llegada de los europeos. Sobre esa etnia acaba de salir un magnífico libro de Osvaldo Mondelo, titulado precisamente Tehuelches, con una colección increíble de fotografías con sus rostros, los de sus mujeres y los de sus niños. Un libro para tener y repasar por su valor artístico, histórico y antropológico. Rostros sufridos, resignados, soñadores, pensando en otras vidas y apegados a la naturaleza. Un libro para aprender a apreciar a esas culturas básicas del origen de estas regiones como llanuras habitables. Sus vestimentas, sus herramientas de caza. Sus mujeres con ese principio natural de dar vida y los niños, con sus miradas curiosas sin fin. Un libro más que fundamental para nuestras culturas. Y aquí no puedo menos que agregar que han salido a la venta otros dos libros, en sus terceras ediciones: El malón de la paz y Pedagogía de la desmemoria, los dos de Marcelo Valko, un aporte también fundamental para conocer capítulos de nuestra historia referidos a los pueblos originarios.
Justamente en Calafate, ese centro de bellezas patagónicas, se propuso en los últimos días cambiar el nombre de Julio A. Roca por el del cacique Orqueque, un tehuelche que se defendió contra la invasión de Buenos Aires, fue detenido y enviado a esa ciudad, donde al poco tiempo falleció por enfermedad. La proposición se iba a aprobar por unanimidad, hasta que un ciudadano de la ciudad objetó ese cambio. Se leyeron sus argumentos y se decidió entonces posponer la decisión hasta el año próximo, a fin de estudiar a fondo toda la problemática otra vez. He leído los argumentos de este señor, Fernando Arteaga, que son los mismos de quienes defienden el genocidio de Roca, como Mariano Grondona y otros desde el diario La Nación. Aquello de que los mapuches eran indios “chilenos”, cosa que es un disparate. Esos pueblos originarios no reconocían las fronteras actuales, que fueron fijadas mucho después. Justifica lo de la campaña del desierto cuando en realidad había tierra para todos y se hubiera podido llegar a un acuerdo sin recurrir a la muerte o al exterminio, y menos a reimplantar la esclavitud. A lo cual el señor Arteaga denomina una cuestión de época. Cosa que no es así, sería beneficioso que leyera las actas de la Asamblea del año XIII. Ni la muerte ni la esclavitud se pueden aceptar. Y más de aquellos que se preciaban de heredar la cultura europea y cristiana. Pero está bien que se inicie en Calafate el debate sobre estos temas. En esos debates siempre se aprende, mientras se defiendan los derechos de la vida.
Este debate de nuestra historia nos llevar indefectiblemente a forjar un mejor futuro para las próximas generaciones.

jueves, 6 de diciembre de 2012

La ciudad y su basura. La ciudad y su agua. La ciudad y su alejado punto de vista.
La ciudad y sus luces. Su estruendosa figura. Sus placeres exagerados.
Sus políticos irresponsables. Sus habitantes aún más.
El asfalto que calienta los corazones. Los edificios que diferencian y congelan la mirada.
Los nervios apresurados. La falta de tierra y verde. La falta de libertad en cada ser.
Las noches deshabitadas. Los niños presos de sus familias, de los miedos, de los riesgos pagos.
La maquinaria que crece al ritmo de cada sueño que muere.

domingo, 2 de diciembre de 2012

H.I.J.O.S

Ese hijo desarraigado que le han quitado su existencia, su familia, su identidad, su parecido, su por qué. Fuente del incio e integridad que cada humano necesita.
 A ese hijito hoy buscan, y por siempre buscarán, sus ausentes padres, sus presentes abuelos, sus preguntas internas, su sombra, su propia verdad. El llamado del ser.
No hay ser sin autenticidad, sin punto de partida, sin hogar, sin lugar en el mundo.
Fruto de un conflicto, fruto de un malestar, fruto del amor, fruto de tantas voces que han cayado. Pero que hoy habla, y cuenta lo que se siente, estar solo a la fuerza.
Hijito, a vos nadie te reconoce…A vos nadie te abraza, a vos nadie te escucha.
Hijito te quiero armar una cuna, te quiero abrazar hasta que te duermas, te quiero dedicar noches sin dormir.
Hijito, que lindo que seas hijito.