martes, 30 de octubre de 2012

PACIFISTA EXTREMA (igual que vos Osvaldo, mi gran maestro)

Hacia dónde van mis palabras. Si nadie escucha mi verdadero sentir.
Hacia dónde uno dirige su energía, si el sol no nace por donde uno despierta.
No hay un solo mundo a la hora de vivir, no hay un solo Dios a la hora de creer.
Si todo es mucho, si hay mucho de todo. Por qué algunos se osbtinan en unificarlo todo?
Es precioso vivir, es precioso ser uno mismo, es precioso decir nuestras propias palabras. Y así y todo nos tira aparentar.
Curiosiando por lo malo, alentando al otro a equivocarse, para sentir orgullo y tranquilidad. Algo que la quietud, falta de inquietud, que trae vivir en sociedad.
Razonar sobre lo evidente, no ver detrás de cada situación. Repetir slogan de clases económicas. Parafrasear a farzantes. Balbucear que algo es un diaro, cuando en realidad todo eso es muerte.
Brillan los ojos de la juventud, porque la juventud trae ese brillo, ese recuerdo de que todo se puede, se podrá y que no hay despojo en cada minuto.
Vivamos y seamos jovenes, permanentemente, con coherencia, y sin seguir hiriendonos.

Y digo herir, porque una lastimadura se cura, la herida perdura más. Y está pasando eso.

martes, 23 de octubre de 2012

Algo de Carter

Laberintos del alma, un pianista que es chopin, para ella, solo para su alma. Para su ajenidad, para su poca fuerza.
Ya nadie va entender eso de Santa Mónica, ese desenfado, ese lugar diferente, esa vida que hizo, pero que en su muerte deseaba otro final.
Así van mucho otros por la vida, buscando otro final.

domingo, 21 de octubre de 2012

La guerra contra el Paraguay


 Por José Pablo Feinmann
 Por José Pablo Feinmann
Nueve de abril de 1865. El general Lee rinde las tropas de la Confederación luego de la batalla de Appomattox. El Sur algodonero y esclavista queda devastado. Hacía tiempo –pero sobre todo luego de la derrota de Gettysburg– que sus tropas pedían a gritos la paz. El Norte de Lincoln, el país industrialista ligado a la creación de un mercado interno y de un país poderosamente capitalista, había triunfado. Gran Bretaña, sus banqueros, sus productores que requerían materias primas de los mercados de ultramar –ya preocupados por el rumbo que la guerra venía tomando para el Sur– se quedan sin su poderoso proveedor de algodón. Echan su mirada hacia el ancho mundo y se preguntan: “¿Dónde hay algodón barato?”. Lo hay. Pero está en una pequeña República dominada por un “tirano” que ha desarrollado una economía proteccionista, que tiene altos hornos, astilleros, que fabrica sus armas, que ha importado técnicos europeos y los ha incorporado a su proyecto de desarrollo autónomo, nacional. Le dicen “la China de América”. Los ingleses conocen cómo tratar a ese tipo de países que se obstinan en negarse a entrar en la senda de la civilización. (Nota: los ingleses no son los “malos” de esta historia. Son un Imperio y tienen que desempeñarse como tal. Los imperios son imperios. Habitualmente tienen modales sanguinarios. A veces, con mucha frecuencia, ejercen la diplomacia. O, como veremos en este caso, la astucia.) Tuvieron ese problema con China y abrieron sus puertas cerradas a cañonazos. Hay que hacer lo mismo con el Paraguay. Pero –deciden, y he aquí la gran astucia– no se tomarán ellos el trabajo de hacerlo. Pedro II, a quien se le dice “monarca tropical”, gobierna el vasto imperio del Brasil. También es un aliado fervoroso de Inglaterra. Su mano de hierro en América latina.
Es un dato fascinante de la historia que la derrota del Sur algodonero se produzca en 1865 y la Guerra contra el Paraguay empiece en ese mismo año. Inglaterra no podía esperar. Brasil y Argentina deciden atacar al tirano paraguayo, tarea a la que su suma el pequeño país uruguayo, un milagro de la diplomacia británica, que lo fue por la derrota del más grande caudillo de América del Sur: José Gervasio Artigas, de quien ya nos ocuparemos. Cada uno acude a esa guerra basado en intereses diferenciados. Brasil por la ambición de Pedro II y por los intereses británicos, imperio que es su fundamento histórico y al que representa. Mitre y Argentina por razones mucho más complejas.
Diecisiete de septiembre de 1861. La Confederación Argentina, bajo el mando del general Urquiza, es derrotada en Pavón. Se sabe que es la derrota más cuestionada de nuestra historia y le costará su vida al jefe que ordenó la retirada. La batalla estaba decidida a favor de los bravos jinetes entrerrianos y de los federales que se les habían sumado. Mitre no gana la batalla, Urquiza le entrega la victoria. Cuando un oficial le pregunta –algo altanero y sobre todo desconfiado– “por qué la retirada”, Urquiza ordena su inmediato fusilamiento.
Luego de Pavón, Urquiza deja al federalismo en manos de Buenos Aires. Mitre declara una “guerra de policía” al gauchaje federal de las provincias mediterráneas. Desde San Juan, Sarmiento la conduce. Detallar las crueldades de estas operaciones ya ha sido hecho. Además, Sarmiento y Mitre cumplían el “plan histórico y civilizador” de los conquistadores del capitalismo colonialista. Que se trate, aquí, de un colonialismo interno no cambia mucho. Para Sarmiento, los gauchos federales eran lo mismo que para el Mariscal Bugeaud los jinetes árabes. Lo dice en su libro de viajes. Cuando el Mariscal Bugeaud llega a Argelia, hace quemar vivos a quinientos argelinos para hacerles saber con quién habrán de tratar. Sarmiento admira a este Mariscal francés a quien el país de las luces rinde honra como “el conquistador de Argelia”. De modo que algunas de sus frases más terribles (“Si Sandes mata gente, déjenlo. Es un mal necesario”) deben ser encuadradas en este contexto y no como vitupero moral. La única (y fundamental diferencia) entre Lincoln y Mitre es que el primero hizo un país, que las matanzas de indios se continuaban con la carretas de los colonos. Con el ferrocarril al Oeste. Que la industria era el centro de todo el desarrollo del país. Y la creación de un mercado consumidor. Mitre mató para Buenos Aires y luego Roca para diez familias que se repartieron la Patagonia. Estos son los motivos esenciales de las diferencias entre una potencia y un pequeño país hundido en un monocultivo que generó una clase ociosa. Lincoln hizo un gran país, Mitre una bella ciudad con palacetes franceses y un bello teatro de ópera.
Volvamos, brevemente, a Sarmiento: su frase (referida a Ambrosio Sandes) “es un mal necesario” expresa lo que creía sobre las matanzas. No se trataba de una cuestión moral o piadosa. Había una violencia a favor del progreso y la civilización. Otra, a favor del atraso. Pero aquí la cosa se complica. Las montoneras federales se unen a la “hermana República del Paraguay”. Este es el motivo central de la guerra a López. No “el ataque” a unos barquitos que andaban por Corrientes. Ese fue el Pearl Harbour de Mitre: “¡Guerra al Paraguay! ¡Atacó unos lanchones allá por Corrientes!”. No, había que liquidar al Paraguay porque era el último bastión rebelde contra la civilización de Buenos Aires. Alrededor de ese bastión se unían todas las montoneras federales que seguían peleando después de Pavón. Sobre todo, Felipe Varela. Varela expresa sus propósitos en una Proclama (1866) y en un Manifiesto (1868). Son dos magníficas piezas inspiradas en Alberdi.
Aquí, hay que detenerse. Después del desastre de Curupaytí, Mitre regresa del frente para ocuparse de las montoneras federales. Solano López sigue guerreando. Urquiza, en el Palacio San José, inmóvil. En pocos países de América debe haberse constituido un frente tan poderoso contra las fuerzas “civilizadoras”. O pudo haberse constituido. Hay un punto axial: ¿y si Urquiza no hubiese traicionado al proyecto de la Confederación? No olvidemos que a este proyecto no le faltaba un puerto: Paraná. Le sobraban intelectuales: Juan Bautista Alberdi, Carlos Guido Spano, Olegario Andrade, Miguel Navarro Viola, Juan María Gutiérrez (sí, el joven liberal romántico del Salón Literario, el exiliado de Montevideo, el compilador de las obras de Echeverría. ¿Era Gutiérrez un bárbaro? Sin duda no: pero –-diría Mitre– había elegido esa causa). Tenía tropas, armas y un pueblo que no quería desaparecer bajo la gula de los comerciantes porteños. Tenía, también, un enorme aliado: “la hermana República del Paraguay”, como le dice Varela en su Proclama de 1866. ¿Y si ganaban? ¿Y si gobernaban Urquiza o Felipe Varela? ¿Y si formaban un gabinete con los intelectuales brillantes que los respaldaban? (No olvidemos que Alberdi fue ministro de Relaciones Exteriores de Urquiza.) Milcíades Peña (uno de los pocos historiadores que saben hacer filosofía política y muy bien) dice que Urquiza o Varela, en el Fuerte de Buenos Aires, habrían tenido que hacer lo mismo que Mitre: someterse al poder del imperio británico. Preguntemos: ¿someterse o negociar? No se crea que estamos haciendo historiografía contrafáctica. Porque si la retirada de Pavón fue el punto decisivo, el quiebre de un proyecto a punto de triunfar, entonces todo se reduce a las características individuales de Urquiza. Con otro caudillo, en Pavón, con un hombre como López Jordán, los jinetes entrerrianos entraban a galope tendido en una Buenos Aires aterrorizada. ¡Si Mitre nunca ganó una batalla! ¿Cómo habría podido frenarlos? En fin, el tema es altamente complejo. Si Mitre ya había tejido sus alianzas con Gran Bretaña tan fuertemente como para conseguir su respaldo, como para que el elegido fuera él, nada habría sido posible. Inglaterra diseñó todos los países que se formaron en el siglo XIX. Todos los que le importó al menos, que fueron la mayoría. Pero –volviendo al Paraguay– ¿se entiende ahora el interés de Mitre en su destrucción? Para Mitre, destruir al Paraguay era terminar con la cuestión político-militar interna de la Argentina. Porque el Paraguay era un país poderoso. Lo sabemos: el ejemplo de que un desarrollo autónomo en América latina era posible. ¿Lo era o el Paraguay terminó destruido porque no lo era?
Fue un genocidio. Mitre se retira después de Curupaytí. El bueno de Rufino de Elizalde (de más que aceitadas relaciones con los ingleses) le pide que reprima la rebelión de los gauchos federales mediterráneos. Brasil queda al frente de la guerra. Las matanzas son inenarrables. El Paraguay llega a pelear con niños a los que les pintan bigotes con carbón para que parezcan hombres. Los asesinan. Las madres piden que les permitan retirar los cuerpos. Les dicen que sí. Cuando lo intentan las matan. Se calculan muchas cifras de muertos. Ya sabemos que en estos casos las estadísticas son horribles. Unos dicen seiscientos mil. Otros un millón. Da lo mismo. La frialdad de las cifras paraliza. Uno no puede sentir nada. Horroriza más ver a un solo muerto que una estadística de cientos de miles. Lo cierto es que sólo quedan vivos doscientos mil paraguayos. Mujeres, ancianos y niños. Todos los hombres han sido asesinados. La población del país, antes de la guerra, se calculaba en un millón doscientos mil. Es sencillo deducir a cuántos mataron. Solano López resiste hasta el final. Lo matan en Cerro Corá. Alcanza a gritar: “¡Muero con mi patria!”. Tenía razón. Este genocidio sigue negado por la Argentina oficial. También los turcos –todavía– niegan el genocidio contra los armenios.


ES INCREIBLE QUE SIGAMOS OCULTANDO LA REALIDAD DE LA HISTORIA LATINOAMERICANA...BASTA DE CARETEARLA.

lunes, 15 de octubre de 2012

Darle bola al alma en esta sociedad del éxito, en esta socidad de solidaridad selecta, de valores según el linaje. De acomodos. Raramente pueda tratarse de la verdad.
No hay lugares dónde respirar sin ser observado para bien o mal. Necesitamos aprobar algo, lo que sea, todo el tiempo.
Carecemos de criterio propio, de mantenernos al margen del dialecto ajeno. De sobreponernos de alguna ruidosa moral. De no perdernos en la deriva del olvido de ciertos temas trascendentes.
Me siento china, pero más en el alba, más en el sueño, más en el arte que no logro determinar, a dónde iremos, sin perjudicar a muchos más.

domingo, 14 de octubre de 2012

Tarda, pero se logra


Tarda, pero se logra



  Por Osvaldo Bayer
Una semana de optimismos y mucha alegría interior. Primero, cuando el tandilense Miguel Angel Gigena me trae la noticia de que una avenida de Tandil se llamará nada menos que Osvaldo Soriano, por resolución unánime del Concejo Deliberante de esa ciudad. El proyecto había sido presentado por la peña El Nuevo Gasómetro, integrada por los hinchas de San Lorenzo de Almagro. Nada más justo. Tandil, la ciudad en la cual el “Gordo” Soriano comenzó con el periodismo –su gran pasión– y se inició como escritor. ¡Si habremos conversado sobre sus experiencias tandilenses cuando me visitaba en Berlín, durante los largos años del exilio! Sí, Tandil fue el horno donde empezaron a surgir sus deseos de escribir y realizar nada más que eso, retratar lo que veía, lo que se imaginaba, lo que había soñado primero en Mar del Plata, su ciudad natal, luego en Neuquén, durante su infancia, y después ya en la redacción de un diario. Sí, el periodismo, de donde surgieron plumas como las de Roberto Arlt y el inolvidable González Tuñón. Para nombrar sólo a dos, porque se nos llenaría de nombres la contratapa. Muy justo, una avenida tandilense donde el Gordo se pondría a comer tajaditas de salame tandilero. Bien, Gordo, llegaste a la voz del pueblo al cual siempre perteneciste. Por eso quisieron negarte los academicistas, esos que nunca tendrán ni una cortada en su barrio que los recuerde. Una avenida en una de sus ciudades. Ya, en 2008, en Tandil, se había inaugurado un mural en recuerdo del Gordo Soriano, en ocasión del centenario de la fundación de su equipo preferido, San Lorenzo de Almagro. En ese mural se lo ve al Gordo con la camiseta de ese club y pisando una pelota número cinco ¡de la cual habrá escrito tantos relatos! Y el mural tiene esta frase sorianesca, mezcla de filosofía barrial y conciencia argentina: “Ser de San Lorenzo es un interminable sobresalto; una carga que se arrastra toda la vida de tanto desconcierto y orgullo como la de ser argentino”. Un gol de off-side de los que acostumbraba a meter el Gordo y siempre se lo daban por válido.
Pero de los recuerdos tiernos y nostálgicos que depara la amistad vayamos a otros triunfos de los últimos días, ya entrando en el panorama trágico de la vida argentina: esta semana recibí desde Calafate la noticia de luchadores por la verdad histórica que el administrador de la estancia La Anita, donde tuvieron lugar la mayor parte de los fusilamientos por el Ejército argentino de peones rurales huelguistas en 1921-22, permitirá a antropólogos el estudio de las tumbas masivas de esos trabajadores asesinados oficialmente. Recuerdo aquellos fines de la década del sesenta cuando realicé viajes interminables por toda Santa Cruz y llegué a situar todas las tumbas de los fusilados. El accionar del 10 de Caballería en esa estancia lo describo en el segundo tomo de La Patagonia Rebelde, en el capítulo titulado “Muerte en el Paraíso”. Cuando llevé a cabo la investigación encontré todavía con vida a la mayoría de los protagonistas de los sucesos: los oficiales de ese regimiento, los estancieros miembros de la Sociedad Rural, los peones que habían logrado salvar sus vidas huyendo antes de los fusilamientos, los políticos radicales responsables de haber ratificado la represión y los habitantes de las cercanías. Más los documentos oficiales y de las organizaciones obreras de la época. Y justo cuando había organizado la excavación de las tumbas masivas de La Anita con antropólogos de la Universidad de Buenos Aires, el administrador de esa estancia me negó el permiso para entrar al establecimiento. Cuando regresé del largo exilio continué mi lucha para lograr ese objetivo, siempre en vano. Y ahora acabo de recibir la noticia que me dan jóvenes estudiosos y miembros de organizaciones de derechos humanos del sur santacruceño, que sí, se podrá realizar la investigación ya que los responsables de la mencionada estancia no sólo donarán a la provincia o a la Nación la fracción de terreno donde están las tumbas, sino que también permitirán la investigación científica del lugar donde yacen los peones fusilados por los militares argentinos ante la orden del presidente Yrigoyen.
Valió la pena vivir, me dije cuando me llamaron de Santa Cruz para darme la noticia. Sí, a veces tarda mucho tiempo pero siempre, siempre, termina por vencer la ética. Los crímenes no se pueden encubrir para siempre. Alguna vez en el tiempo surgen siempre las pruebas condenatorias. Por eso, es hora ya de que el radicalismo haga una autocrítica acerca de esa tragedia argentina ocurrida por obra y gracia del gobierno de Yrigoyen. Piensen, señores radicales, que la autocrítica es un paso adelante en el concepto democrático y ayuda a no repetir errores.
Y otra noticia más que me llegó esta semana y que me llenó de una alegría juvenil. Sí, sentí de pronto que volvía a ser el joven periodista que llegó a Esquel en 1958 a dirigir el diario Esquel, con tantas ilusiones y proyectos y terminó expulsado por la Gendarmería Nacional. Es que cuando el propietario del diario Esquel me dejó cesante por defender los derechos de los pueblos originarios de esa zona patagónica y por descubrir un infame procedimiento policial contra un joven plantador de nogales plenos de ideales en defensa de la naturaleza, resolví editar un semanario al cual llamé La Chispa, al cual le puse como lema: “Primer periódico independiente de la Patagonia”. Fue un espejo de las injusticias que dominaban esa zona en aquel tiempo. Pero me fue muy mal, me detuvieron, estuve preso en un calabozo de la policía local y luego fui expulsado de Esquel por la Gendarmería. Una experiencia en la propia piel de lo que era entonces el dominio de los poderosos de la tierra. Pero esta semana una agrupación juvenil de Esquel me llamó por teléfono para decirme que van a volver a publicar todos aquellos números de La Chispa como homenaje a la lucha por la verdad a través del periodismo. Sólo les respondí con un emocionado: “Gracias... valió la pena”. A ellos pondré a disposición los números de La Chispa que logré salvar en aquel verano de 1959. Es historia auténticamente patagónica. Sí, en el paraíso hubo infiernos en muchas épocas. Pero ojalá sus lagos reflejen cada vez más cielos profundamente azules con nubes pasajeras tan curiosas.
Para terminar, otro paso positivo en nuestro andar argentino. La capital de La Pampa, Santa Rosa, ha resuelto cambiar el nombre de su calle principal. En vez del genocida Julio Argentino Roca pasará a llamarse José de San Martín. Que es como cambiar el nombre La Muerte por el de La Libertad. Paso a paso vamos limpiando los cristales de una historia plena de heroísmos y de bajezas basadas en el racismo y en la codicia de los dueños de la tierra.
La vida, mi país, pero nuestra gente, ésa de los ideales, que también se hacen presentes.

jueves, 11 de octubre de 2012

La amenaza haitiana

 
 
 Por Eduardo Galeano

Este artículo está dedicado a Jorge Marchini
Como de costumbre, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas repite que mantendrá la ocupación militar de Haití porque debe actuar “en caso de amenazas a la paz, quebrantamientos de la paz o actos de agresión”.
¿A quién amenaza Haití? ¿A quién agrede?
¿Por qué Haití sigue siendo un país ocupado? ¿Un país condenado a vigilancia perpetua? ¿Obligado a seguir expiando el pecado de su libertad, que humilló a Napoleón Bonaparte y ofendió a toda Europa?
¿Será por aquello que los esclavistas brasileños llamaban “haitianismo” en el siglo XIX? ¿El peligroso contagio de sus costumbres de dignidad y su vocación de libertad? ¿El primer país que se liberó de la esclavitud en el mundo, el primer país libre, de veras libre, en las Américas, sigue siendo una amenaza?
¿O será porque ésa es la normalidad impuesta por un mundo devoto de la religión de las armas, que destina la mitad de sus recursos al exterminio del prójimo, llamando gastos militares a los gastos criminales?
Las Naciones Unidas gastan 676 millones de dólares en la ocupación militar de Haití. Una millonada para sostener a diez mil soldados, que no tienen más mérito que haber infectado al país con el cólera que mató a miles de haitianos y seguir practicando impunemente violaciones y maltratos a mujeres y niños.
¿No sería mejor destinar ese dineral a la educación? Más de la mitad de los niños haitianos no va a la escuela. ¿Por qué? Porque no pueden pagarla. Casi toda la educación primaria es privada y el Banco Mundial veta los subsidios a la educación pública y gratuita.
¿O no se podría destinar esa fortuna a casas habitables para las más de trescientas mil víctimas del terremoto, que siguen viviendo en carpas provisorias? ¿Provisorias por siempre jamás?
¿O consagrar esos fondos multinacionales a mejorar la salud pública, que todavía depende de la milagrosa solidaridad entre los vecinos de cada barrio y cada pueblo? Afortunadamente, esas tradiciones comunitarias de ayuda mutua siguen generando la misma energía creadora que ilumina las prodigiosas esculturas y pinturas de los artistas haitianos, capaces de convertir la basura en hermosura, pero mucho podrían mejorar si se destinaran a fines civiles los derroches militares.

domingo, 7 de octubre de 2012

No te llames pueblo

Cuando un país no quiere llamarse pueblo, llama a un  militar.
Cuando un país odia a la democracia, llama a un militar.
Cuando un país quiere gastar su guita afuera, llama a un militar.
Cuando un país se odia a si mismo, llama a un miliar.

Pero cuando amas y te sentís pueblo, llamas al general.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Me causa un gran repudio la delicadeza que se tiene para con las mujeres ricas, o de clase media. Y la crudeza inescrupulosa de gran parte de la sociedad para mujeres de bajos o nulos recursos económicos.
Los tacones de zarcani no son señal de ninguna grandeza, o sí, y por eso debo ser acribillada por cualquier mal parido de estos que rodean todas las manzanas habitadas de esta ciudad, suelta de sarcasmo y atada de prejucios.
Pero ellas mientras, padecen una cuestión imperdonable. Haber nacido mujeres y encima pobres. Una condena social, toda en sí misma.
Sucias muchas, con su dentadura incompleta, seguro por el calcio perdido por el embarazo, los trastornos de la droga, la violencia de genero, el olvido propio de su condición, y sobre todo algo que nadie se anima a sospechar, que ellas esperan un abrazo lleno de afecto. Mujeres incompletas.
Pero mientras las muertes que lloran los espirituales seres humanos de puertas para adentro. Son solo las que el noticiero apuntan como tragedias...las otras muertes, las que se encuentran a mano del olvido, seguramente las lloremos poquitos en silencio...Sin muros de facebook, sin charlas en el desayuno, pero con la conciencia de que todo eso era evitable con inclusión.
Gracias Cristina por plasmarlo en la asignación por hijo. Es darle lugar a todas esas mujeres olvidadas, incompletas, pero humanas, lindas y sensibles.