jueves, 27 de diciembre de 2012


Aunque a nadie ya le importe.
Así empieza una de las canciones que más definen este momento de mi vida.
Logre evocar tanto a la soledad, que se me metió en cada tramo de piel.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Caperucita, Blancanieves, Pulgarcito

OSVALDO TE ADORO, SOS UN GENIO, GRACIAS MAESTRO.

 
Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn, Alemania
Llego aquí y el país está envuelto en una fiesta. Doscientos años de la aparición de los Cuentos Infantiles y Hogareños de los hermanos Grimm. Sí, algo para festejar, para alegrarse, para llevarles flores a esos dos bondadosos hermanos que concibieron nada menos que escribir cuentos para niños. Y los escribieron. Y estarán siempre en el recuerdo de todos.
Me acuerdo cuando mi padre nos trajo un libro con el increíble título y hermosos dibujos: Cuentos para niños. No podíamos creer. Desde ese día comencé a soñar, a mirar el mundo con otros ojos. Tenía siete años y vi que se me abría otro paisaje distinto en la vida. El de la imaginación, el de los sueños. Que había otro mundo. Que existían hadas, bosques, sueños, fantasías, que era posible navegar con la imaginación por todos lados y visitar todos los lugares escondidos. Personajes para soñar, para imitar. De pronto allí, la bondad descrita, el triunfo de los débiles: Caperucita Roja, Pulgarcito, la Cenicienta, la Bella Durmiente..., la Madre Nieve, el Sastrecillo valiente... Vuelven a mí los personajes que me acompañaron en los sueños de toda la infancia.
Fue la mejor escuela. Y también recuerdo cuando mi padre me llevó a la biblioteca de Belgrano por primera vez. Había una habitación con libros de cuentos para niños... Ahí estaban también los de Andersen, los de Perrault... No lo podía creer. Recorrer las tapas con los ojos sorprendidos y la boca que no podía cerrar de pura sorpresa. “Ya no es necesario jugar”, me dije, con un libro de ésos bastaba y sobraba para pasarla bien, gozar, jugar con los personajes y, principalmente, soñar. Esos libros me hicieron aprender a soñar. Sí, y lo dicen los hermanos Grimm en el prólogo de su libro en los Cuentos para niños: “Toda poesía legítima tiene valor cuando demuestra que no puede ser sin estar relacionada con la vida. Porque ella se ha originado en esa vida y regresa de nuevo hacia ella. Como las nubes hacia su lugar de nacimiento luego de que han regado la tierra”.
Así de profundos eran. Como en su búsqueda de los cuentos infantiles. Se basaron en todas las leyendas que contaban las abuelitas en los lugares más alejados. Querían salvar así una tradición que podría perderse con el tiempo. Y ahí quedaron. Hace doscientos años, en 1812, apareció la primera edición de sus Cuentos para niños y salieron 900 ejemplares a la luz. Mientras tanto se han traducido a 170 idiomas y es sin duda uno de los libros más editados en la historia del ser humano.
Los hermanos Grimm nacieron en 1785 y 1786 en Hanau, una pequeña ciudad en el estado de Hesse, en Alemania. Y son autores también del primer diccionario de esa lengua.
En su ciudad natal se levanta un artístico monumento a la memoria de ellos en la plaza central. Feliz una ciudad que tiene un monumento nada menos que a los autores de un libro de cuentos para niños y no a un hombre con armas o a alguien que usó del poder para llegar a la fama. Un ejemplo para aprender. Porque además, como reconocimiento a quienes nos trajeron desde chicos personajes para soñar, divertirnos o aprender, se ha diseñado en este país un circuito verdaderamente extraordinario: “La ruta de los cuentos alemanes”. Se parte desde Bremen, donde en el centro de la ciudad se representan cuentos de esos autores. De allí a las ruinas del castillo de Everstein, donde se representa el cuento La Cenicienta. Y de allí se pasa por doce lugares escenarios de esos relatos, donde se van representando los más conocidos cuentos de los hermanos Grimm. Hasta llegar a Hanau, su lugar de nacimiento, donde se termina con un festival del cuento infantil.
Mismo en la ciudad de Hanau se proyecta construir un museo llamado El mundo de los hermanos Grimm, en el cual se expondrán todos los ecos mundiales que tuvieron sus cuentos, los dibujos en interpretaciones distintas de sus personajes, los iconos, estatuillas, las diversas ediciones mundiales de sus libros. Va a ser un centro verdadero, además, de la literatura infantil y de todos sus progresos y distintas direcciones artísticas que tomaron sus personajes desde que fueron creados.
–Buenos días, Caperucita Roja –la saludó el Lobo.
–Muchas gracias, Lobo.
–¿A dónde va, tan temprano ya afuera, Caperucita?
–Voy a visitar a mi abuelita.
–¿Qué llevas debajo del delantal?
–Torta y vino, ayer nosotras amasamos y ahora tengo que llevárselos a la abuela enferma y débil para que se mejore y se ponga fuerte...
Así comienza el diálogo entre Caperucita y el Lobo que terminará cuando el Lobo le responde a la pregunta de ella: “¿Por qué tienes una boca tan grande?”, nada menos que con estas palabras: “Para comerte mejor”.
Pero en todos los cuentos de los Grimm triunfarán finalmente siempre los más débiles y los más inocentes, dejándonos una moraleja.
En nuestro recuerdo van desfilando. La Cenicienta, El Sastrecillo valiente, El Gato con botas, Hänsel y Gretel, La Bella durmiente, Blancanieves y los siete enanitos, La zorra y los gansos... y tantos otros.
Günther Grass, el Premio Nobel de Literatura, ha escrito un libro inolvidable, pleno de cariño y admiración. Se llama Las palabras de los Grimm, y lleva este subtítulo: “Una declaración de amor”. Y termina su libro describiendo la Alemania derrotada después de 1945. Todo es destrozo y ruina, dolor, el resultado de la estupidez humana que nada ha aprendido a pesar de sus experiencias, guerras perdidas, millones de jóvenes muertos, madres desoladas, niños que nos miran. Un paseo final que pueden dar un siglo y medio después esos dos sabios hombres llamados los hermanos Grimm. Con sus cuentos infantiles y sus metáforas bien escondidas pero siempre presentes. Hubiera sido por demás mordaz si en ese escenario se hubiesen encontrado los hermanos Grimm con el filósofo Kant, llevando éste en sus manos un ensayo sobre “La Paz eterna”. Y después de ello decidieran hacer una visita de consulta a Freud.
Y volvemos a remarcar los cuentos infantiles. Ahí están las semillas de las ilusiones y de la curiosidad. Para que crezca una planta bien verde y de coloridas flores. Escuelas con los nombres de los hermanos Grimm y sus personajes. Caminos para entrar en los sueños. Pensar más en los niños, en el futuro. Blancanieves nos espera, Caperucita Roja nos trae ilusiones, Pulgarcito nos muestra sonriente los lados de la bondad y el participar, el Gato con botas no se hace ya el mandón sino que recorta pedacitos de pan para las lauchitas, la Bella durmiente nos habla de lo que puede significar el amor eterno.
Soñar, por lo menos, los domingos al atardecer.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Cuando el enemigo no es más el otro, y no se encuentra fuera. Y encuentra un refugio entre ellos. Saltan cosas como las masacres yanquis.
Beben del odio que vierten y esparcen.
No a las armas, No a la crueldad, No al odio.

Sos el que hace las guerras
Dicta falsas condenas
El que ama la violencia
Que no tiene conciencia (nunca piensa, nunca piensa,
no cuida ni su alma)

lunes, 17 de diciembre de 2012

Vuelvo a la Luna

Me acuerdo que cuando era pequeña me interesaba mucho el misterio que escondía la Luna. La pensaba como al hogar de mis seres queridos que ya no estaban conmigo. En realidad, en ese momento pensaba que mi abuelo, a quién no conocí dormia allí dentro. Con la incomodidad que eso le generaba seguramente, encojerse para entrar en una media Luna. Ya que siempre tenía la mala suerte de contemplarla, cuando la  se veía de manera incompleta. Así comenzaban las noches y las preguntas interiores.
Hoy ya no me pregunto a cerca de casi nada, pienso saber muchas cosas. Pero cuando me quedo sola, conmigo, mi respiración, con ese mundo tan pequeño que soy yo. Me doy cuenta que vacía esta el alma de alguien que solo trabaja, consume y mal gasta la vida en ahorrar, en recuperarse de noche y seguir avalando esta maquinaria. Que ayer quedo demostrado que nada vale alimentarla.
Tendremos que volver a los pensamientos de la niñez, pero mejorandolos con lo que adquirimos, mejorarlos, ponerle palabras que ahora conocemos. Generar que el conocimiento se vuelva vuelo, y ya no un enorme bagaje que a la hora de morir sea olvido.
El amor quizás sea un buen punto de comienzo.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Dios, la tevé y el periodismo nacional

 

Por José Pablo Feinmann
Días pasados (en fin, apenas el viernes) asistí al programa de televisión de Daniel Tognetti, tipo piola, algo que escasea alevosamente en ese espacio dominado –como en todo el mundo– por grandes corporaciones que tienen marcada predilección por periodistas de rango escaso o mínimo o, sin duda, erosionado por una persistente ausencia de materia gris, que, de modo alarmante, aumenta cada día. Tognetti, en un malhadado momento, incurre en un lugar común. Común cada vez que voy a la televisión, no en otros ámbitos. Por ejemplo: cuando doy una conferencia en la Biblioteca Nacional o presento uno de mis ensayos o una de mis novelas en la Feria del Libro (lugar adecuado para hacerlo). Tognetti dice que hay un Feinmann bueno y otro malo. Con el “Feinmann malo” se refiere a un periodista que se obstina en usar mi apellido. (Sospecho que porque también es el suyo.) Le digo (a Tognetti, ¿no?) que no me quite la maldad. El Mal ha sido la inspiración de grandes escritores. Un solo ejemplo: Charles Baudelaire, que transitó por este mundo entre 1821 y 1867. Cuarenta y seis años meramente. A otros les fue peor. Por ejemplo a Arthur Rimbaud, que sólo vivió treinta y cuatro. Su obra magna fue: Una temporada en el Infierno. Que refiere, sin duda, su paso por este mundo. Título que todos podemos ponerle al nuestro. Baudelaire, considerado un “poeta maldito”, cometió célebremente (para algunos, no para muchos en la tele y en la radio, con perdón) Las flores del Mal. Ahí escribió: “Y el oscuro enemigo que nos roe el corazón/ Crece y se fortifica con nuestra propia sangre”. Según vemos, un poeta maldito, que se encuentra cómodo encarnando el Mal. Para que nadie lo dudara tradujo a Edgar Poe (su primo el “Allan”, nombre del pérfido padre de Edgar cuyo nombre éste, masoquista grave, se empeñó en añadir al suyo, quién entiende a esta gente). La traducción, lejos de expresar el estilo de Edgar Poe, expresó el de Baudelaire, ya que éste lo tradujo a un francés baudeleriano. Será por eso y por otros motivos que Sartre –en su brillante ensayo: “Baudelaire”– minuciosamente lo destruye. O sea, el Mal tiene prestigio. Nada menos que Georges Bataille (autor del excepcional El erotismo, valorado por estudiosos de todo tipo, literatos, filósofos nietzscheanos) escribió un breve pero excepcional ensayo bajo el título de La literatura y el Mal. Quiero decir lo siguiente: ¡no me saquen el Mal para endilgárselo al periodista que usa mi apellido (porque también es el suyo)!
Una productora inteligente (de un canal en el que desarrollo mi ciclo Filosofía, aquí y ahora, que lleva ya seis temporadas y acabamos de grabar la séptima, con Ricky Cohen, mi productor y eficaz ilustrador de mis ideas) me dijo: “No, no se trata de quitarte el Mal. Nos referimos a una cuestión de calidad. Vos sos bueno, aquél es malo”. Epa, ¡pero así cualquiera gana! Con no decirles “conchudos” a los estudiantes o detallarles los sandwiches que deben comer ya está, ganó uno. Compárenme con gente que valga la pena: con Eduardo Grüner, Horacio González, Ricardo Forster. O, si quieren elegir alguien de bajo perfil, con Dios. Además, al periodista que usa mi apellido (porque también es el suyo) ahora lo defiende el periodista-con-sobrepeso-que-no-deja-de-fumar. Fuma como un murciélago, acaso en un intento por ser Batman. Hasta ahora no lo ha logrado. Este versátil, voluble, tornadizo personaje, en la década del ’90 decía que el periodista que usa mi apellido (porque es el suyo) quemaba libros, en tanto yo los escribía. Estaba de mi lado. Ya no. Sospecho por qué, pero no lo voy a decir. Todos lo saben.
Lateralidad: todos también saben que fumar es malo, malísimo para la salud. El que fuma –de algún oscuro, tenebroso modo– se busca la muerte. Se dice (me permitiré insistir en esto): fuma como un murciélago. Las asociaciones antitabaco tienen que perseverar en sus campañas. Atención ahora: voy a ofrecerles a esas compañías (si ya no lo hizo otro) un comercial implacable. Aparece Batman en pantalla. Nos mira y dice: “No fumen. Yo, que soy el Hombre Murciélago, no lo hago. ¿O me han visto fumar en alguna de mis películas? ¡Jamás! Quiero vivir para seguir luchando contra los delincuentes y terroristas de toda laya, de toda calaña, en defensa del Imperio Americano al que pertenezco. Usted, descerebrado, si quiere matarse, fume. Pero recuerde. Yo, Batman, no lo hago”. Si alguien me roba esto y se lo ofrece a las compañías antitabaco se las tendrá que ver conmigo, algo que no es muy peligroso, pero también con Batman, algo que sí, definitivamente, es peligroso. ¿Por qué con Batman? Elemental: vamos fifty fifty en esto. Fin de la lateralidad.
Debo aclarar otra cosa. Dije que Dios tiene perfil bajo y debo justificarlo. ¿Alguien vio a Dios en la tapa de algún suplemento literario? ¿Alguien lo vio entre los personajes del año de la revista Gente? No. ¿En alguna otra parte? No. Dios está ausente. ¿Alguien lo vio en la tapa de Clarín declarando: “Página/12 miente”? ¿Alguien lo vio en la tapa de Página/12 declarando: “Clarín miente”? No, Dios practica un perfil tan bajo que muchos ya sospechan que este mundo le importa poco. O peor: que le importa un soberano ca –si me permiten la expresión– rajo. Lo dejó solo y triste en la cruz al profeta de Nazareth: “Padre, ¿por qué me has abandonado?”. Silencio: bajo, muy bajo perfil. Lo dejó estragado por lo pecaminoso a San Agustín: “Padre, ¿por qué me gustan tanto esas hembras que andan por ahí? Si me prohibiste el contacto con ellas, ¿por qué pusiste en mí este impúdico deseo que me arrastra hacia ellas?”. Silencio: Dios no responde. Siempre el bajo perfil. Otra vez San Agustín: “Padre, si eres omnipotente, ¿por qué no impides el Mal?”. Silencio, perfil cada vez más bajo. Tan bajo que hace casi dos mil años que no aparece por aquí. Imaginen si apareciera. Todo el bullicioso periodismo argentino se arrojaría sobre él y le haría la pregunta fundamental de esta sociedad, la que la estructura, la que la constituye: “Dios, diga la verdad, eh. Nada de parábolas o cosas raras. ¿Usted es K o anti K?” Dios, aquí, se tomaría el bondi hacia otra galaxia. Lástima, Cynthia García le habría preguntado: “Dios, ¿por qué está aquí? Dígame, ¿usted sabe por qué está aquí?”. El periodista con sobrepeso que no cesa de fumar lo habría tratado con su estilo sarcástico: “Dios, ya es tarde. Esto no lo arregla ni usted. Ni usted va a conseguir que dejen de robar. Rájese, Dios. Fue una franca pe –esto no lo digo yo sino el mencionado periodista– lotudez que se haya aparecido por aquí”. Carrió, mística apasionada, le habría reprochado: “Dios, ¿por qué la gente no me vota? ¿No podría hacer algo sobre esto? Por ejemplo: hacerme ganar las próximas elecciones”. Pero Dios no vino, ni vendrá. Bajo perfil, lo dijimos. Silencio total. Benedicto XVI (quien, aclaremos, nunca fue nazi, hasta el punto de que su padre murió en Auschwitz: se cayó de una torre de vigilancia) ha dado en el clavo. Dijo: “No es que Dios esté ausente o no le hable a la Humanidad. Sucede que la Humanidad está sorda ante Dios”. Gran solución teológica. Los dolorosos, lacerantes problemas de la Humanidad ante un Dios silencioso, se arreglarían con una simple visita a un fonoaudiólogo.

 JOSE PABLO TE BANCO, GENIO, BARRILETE COSMICO DE LA PALABRA.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Cuando nada te deja tranquilo. Nada, se supone que estas enfermo.
Estoy enferma de inquietudes, de preguntas, de irrespuestas.
De irrealidades. De no entenderme, ni que me entiendan.
Y esa falta de dialogo, de sonrisa, de mirada complice. Me falta complicidad.
En cualquier extraño lugar que me encuentre, es extraño precisamente.
Nada me hes ya, un sitio ideal.
Me encuentro buscando un lugar.

martes, 11 de diciembre de 2012

A veces uno se introduce en su propio mundo, y se cree el principito. Y termina siendo un tremendo egoísta.
Pobre Marita, Pobre nosotros, los que somos simples ciudadanos...Que nada nos maldiga tanto para terminar siendo decidido por jueces tan nefastos, como la mano que desaparece a minas como Marita.
Ojala que quede en el corazón de Susana esa lucha que emprendió sola, que quede claro que después de Marita, la prostitución y la trata son dos palabras que duelen. Gracias Susana por tanta enseñanza. Y si un juez no hace justicia, que el tiempo la haga sola.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Más triunfos de la ética


Por Osvaldo Bayer
Entre las preocupaciones diarias, como las de tormentas e inundaciones, y la aprobación o demora de leyes imprescindibles, nos sorprenden con optimismo pleno triunfos de la ética que se refieren a nuestro pasado. Ligar ese pasado con la verdad histórica y no esconderlo. Por ejemplo, el triunfo de ello en la ciudad bonaerense de Vedia ha sido completo y perfecto, sin peros ni aunques. El Concejo Deliberante de esa ciudad aprobó el cambio de nombre de cuatro calles del distrito. Cuatro. Nombres de personajes –algunos de estructura siniestra, por no decir algo más duro– que nos fueron impuestos por el poder de turno. Nada menos que el mercenario y asesino Federico Rauch, el dictador criminal contra nuestra democracia José Félix Uriburu, el genocida Julio Argentino Roca y el de Ataliva Roca, que hizo los peores negociados y que ponía la cara para que no apareciera el “general”, su hermano, como acusado. El pícaro Sarmiento inventó la palabra “atalivar”. Escribía con gracia: “El general Roca hace sus negocios y su hermano ataliva”. Punto. Todo el mundo lo comprendía y en vez de decir “coimear” los porteños usaban “atalivar”.
Bien, nosotros, los argentinos, con tal de quedar bien con los poderosos, pusimos el nombre de Ataliva Roca a múltiples calles de nuestras ciudades del interior, y hasta una ciudad de La Pampa se llama Ataliva Roca. Algo para mirarse al espejo y enrojecerse. Y esos representantes del coraje civil, los concejales de Vedia, dijeron basta y cambiaron el nombre de la calle Federico Rauch, por Arbolito; la Ataliva Roca, por Juan José Castelli; la general Uriburu, por Manuel Dorrego, y la Julio A. Roca, por Pueblos Originarios. Lo hemos explicado ya numerosas veces, pero lo aclararemos una vez más: Rauch fue en homenaje al mercenario europeo que llegó contratado por dinero por el presidente Rivadavia “para exterminar a los indios ranqueles”. Vino a matar y sus comunicados hablan el idioma más perverso: “Hoy, para ahorrar balas hemos degollado a 27 ranqueles”. Los otros comunicados hablan de la perversión de este militar que fue ajusticiado por el indio ranquel Arbolito en un encuentro frente a frente. De Ataliva Roca nada bueno podemos agregar sino que fue apenas un lacayo de su hermano. Ahora esa calle llevará el nombre de Juan José Castelli, uno de los más preclaros Hombres de Mayo, que como pocos luchó por la igualdad y la libertad; sus documentos lo dicen todo: junto a Moreno y Belgrano fueron los tres hombres más avanzados de los héroes de aquel 1810. Y justo los que más insistieron en reconocer la igualdad de derechos a los pueblos originarios y terminar para siempre con la esclavitud a que habían sido sometidos por los españoles –”occidentales y cristianos”– en esas formas infames de la mita, la encomienda y el yanaconazgo. Belgrano lo escribe con precisión absoluta que no puede dar lugar a interpretaciones falsas: “A partir de este momento, los pueblos originarios gozarán de los mismos derechos de que gozamos nosotros, los hijos de europeos que tuvimos la suerte de nacer en territorio de América”. Idioma luego traicionado en sus raíces por Roca, Avellaneda y tantos otros que firmaron documentos sobre la “necesidad del exterminio de los salvajes, los bárbaros”. O como dice Roca en su informe final ante el Congreso de la Nación: “La ola de bárbaros que ha inundado durante siglos estas fértiles llanuras ha quedado exterminada para siempre, y ahora quedarán a disposición del capital extranjero y de los inmigrantes”. Todo un ejemplo de ética. Pero nosotros los argentinos, con un dejo de sentido de adulación al poder, les seguimos rindiendo honores con sus nombres a escuelas, plazas, calles y monumentos en bronce.
Bien, nuestro abrazo agradecido. Sería largo nombrar a todos los valientes ciudadanos que propusieron esos cambios, todos con argumentos irrebatibles para ellos mismos.
Por otra parte, la Radio Nacional de Bariloche, a través de su director Carlos Echeverría, organizó un acto para discutir el tema del monumento a Roca instalado en la plaza principal de esa ciudad, que últimamente ciudadanos argentinos de origen mapuche han intentado bajarlo del caballo de bronce en que se exhibe al “conquistador del desierto”, más bien exterminador de los habitantes originales de toda esa región patagónica. El acto fue muy concurrido y se expuso allí toda la documentación oficial de aquellos tiempos, y la entrega de las tierras conquistadas a estancieros de la Sociedad Rural Argentina y al propio Roca, que se quedó con miles de hectáreas en el sur bonaerense, con su estancia “La Larga”. Eso es lo que vale en una sociedad que quiere asentar su democracia: el debate. No sólo de los problemas de la actualidad sino de cómo se comportó en su pasado. Los crímenes legales que se cometieron y que nunca fueron revisados. Los argumentos fueron de tal peso, todos basados en terminar con los racismos y los intereses probados, y en hacer valer la moral y la vida. Le damos poco tiempo a la existencia de ese monumento provocador, principalmente para los pueblos originales que viven desde hace siglos en esas regiones.
Y justamente bien al sur de esa Patagonia vivió durante siglos esa etnia llamada tehuelche, que fue exterminada poco a poco desde la llegada de los europeos. Sobre esa etnia acaba de salir un magnífico libro de Osvaldo Mondelo, titulado precisamente Tehuelches, con una colección increíble de fotografías con sus rostros, los de sus mujeres y los de sus niños. Un libro para tener y repasar por su valor artístico, histórico y antropológico. Rostros sufridos, resignados, soñadores, pensando en otras vidas y apegados a la naturaleza. Un libro para aprender a apreciar a esas culturas básicas del origen de estas regiones como llanuras habitables. Sus vestimentas, sus herramientas de caza. Sus mujeres con ese principio natural de dar vida y los niños, con sus miradas curiosas sin fin. Un libro más que fundamental para nuestras culturas. Y aquí no puedo menos que agregar que han salido a la venta otros dos libros, en sus terceras ediciones: El malón de la paz y Pedagogía de la desmemoria, los dos de Marcelo Valko, un aporte también fundamental para conocer capítulos de nuestra historia referidos a los pueblos originarios.
Justamente en Calafate, ese centro de bellezas patagónicas, se propuso en los últimos días cambiar el nombre de Julio A. Roca por el del cacique Orqueque, un tehuelche que se defendió contra la invasión de Buenos Aires, fue detenido y enviado a esa ciudad, donde al poco tiempo falleció por enfermedad. La proposición se iba a aprobar por unanimidad, hasta que un ciudadano de la ciudad objetó ese cambio. Se leyeron sus argumentos y se decidió entonces posponer la decisión hasta el año próximo, a fin de estudiar a fondo toda la problemática otra vez. He leído los argumentos de este señor, Fernando Arteaga, que son los mismos de quienes defienden el genocidio de Roca, como Mariano Grondona y otros desde el diario La Nación. Aquello de que los mapuches eran indios “chilenos”, cosa que es un disparate. Esos pueblos originarios no reconocían las fronteras actuales, que fueron fijadas mucho después. Justifica lo de la campaña del desierto cuando en realidad había tierra para todos y se hubiera podido llegar a un acuerdo sin recurrir a la muerte o al exterminio, y menos a reimplantar la esclavitud. A lo cual el señor Arteaga denomina una cuestión de época. Cosa que no es así, sería beneficioso que leyera las actas de la Asamblea del año XIII. Ni la muerte ni la esclavitud se pueden aceptar. Y más de aquellos que se preciaban de heredar la cultura europea y cristiana. Pero está bien que se inicie en Calafate el debate sobre estos temas. En esos debates siempre se aprende, mientras se defiendan los derechos de la vida.
Este debate de nuestra historia nos llevar indefectiblemente a forjar un mejor futuro para las próximas generaciones.

jueves, 6 de diciembre de 2012

La ciudad y su basura. La ciudad y su agua. La ciudad y su alejado punto de vista.
La ciudad y sus luces. Su estruendosa figura. Sus placeres exagerados.
Sus políticos irresponsables. Sus habitantes aún más.
El asfalto que calienta los corazones. Los edificios que diferencian y congelan la mirada.
Los nervios apresurados. La falta de tierra y verde. La falta de libertad en cada ser.
Las noches deshabitadas. Los niños presos de sus familias, de los miedos, de los riesgos pagos.
La maquinaria que crece al ritmo de cada sueño que muere.

domingo, 2 de diciembre de 2012

H.I.J.O.S

Ese hijo desarraigado que le han quitado su existencia, su familia, su identidad, su parecido, su por qué. Fuente del incio e integridad que cada humano necesita.
 A ese hijito hoy buscan, y por siempre buscarán, sus ausentes padres, sus presentes abuelos, sus preguntas internas, su sombra, su propia verdad. El llamado del ser.
No hay ser sin autenticidad, sin punto de partida, sin hogar, sin lugar en el mundo.
Fruto de un conflicto, fruto de un malestar, fruto del amor, fruto de tantas voces que han cayado. Pero que hoy habla, y cuenta lo que se siente, estar solo a la fuerza.
Hijito, a vos nadie te reconoce…A vos nadie te abraza, a vos nadie te escucha.
Hijito te quiero armar una cuna, te quiero abrazar hasta que te duermas, te quiero dedicar noches sin dormir.
Hijito, que lindo que seas hijito.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Tan poco de nosotros

La imaginación flota, sube y suele esparcirse. Se adueña de cada subjetividad, de cada parte racional, de cada centimetro de coherencia. Y nos sumerge en la peor de las aguas, la de la real sequía. Y solo a través de la lucidez, de los ojos abiertos, solo a través de ellos, esa conexión con nuestro exterior más inmediato. Podremos saber si es verdad lo que se siente, o lo que se ve en definitiva.
Cuesta entender en que momento del mundo se juntan nuestros placeres. En que rama, en que árbol. País, o pájaro se ubica la coordenada de este delirio.
Francamente uno huele solamente lo que conoce, el resto termina siendo un olor más.
No nos llenan los perfumes, los sonidos de liras, los libros al pie de la cama. Las velas gastadas, y las cortinas que no esconden sino cubren. No nos damos el tiempo a tanta simpleza.
Solo el alcohol trae ambigüedades a nuestro corazón. Luego nada cambia nuestra visión a todo. Somos tan inconclusos. Nada es todo, somos pequeñas partes, y de esas partes somos tan solo algo.
Entonces el mundo, se torna disfraz, y cada uno de nosotros intentamos ser un atisvo de nosotros mismo.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Finalmente, triunfa la ética



Por Osvaldo Bayer
Siempre me gusta repetir una frase que he comprobado que se hace realidad a través del tiempo. A veces tarda años, siglos, pero finalmente la ética en la Historia da su última palabra, es el juicio final que queda para siempre. En la Argentina lo estamos comprobando en el caso de los dictadores de la desaparición de personas. Y, al mismo tiempo, la Historia está dejando al desnudo a una figura tenida casi como nuestro héroe máximo (ver el tamaño de nuestros monumentos, por ejemplo). En este aspecto me refiero a cómo los historiadores, los docentes y muchos sectores de la población han reaccionado contra Julio Argentino Roca y han empezado a dudar de los valores absolutos que se adjudicaron siempre a un Sarmiento, a un Mitre y a otros protagonistas de aquel período del denominado “progreso” argentino.
Bastaría, por ejemplo, describir el acto que se acaba de realizar en el Teatro Español de Santa Rosa, La Pampa. Estuvo presente hasta el propio intendente de la ciudad, Luis Larrañaga, y hablaron representantes de todas las etnias indígenas de esa región. Pude participar para leer algunos documentos que lo dicen todo: que la denominada Campaña del Desierto fue un verdadero genocidio que desgraciadamente cometieron los propios argentinos con los habitantes originarios de estas extensas tierras. Campaña que se hizo con la co-financiación de la Sociedad Rural Argentina y que al final terminó con la entrega de 40 millones de hectáreas a estancieros de esa entidad. Esto por supuesto causó la muerte de miles de habitantes de nuestras pampas. Además, un hecho que manchará para siempre la figura de Roca y la del presidente Nicolás Avellaneda es que con esa campaña se restableció la esclavitud en la Argentina (eliminada por esos patriotas de la Asamblea del año XIII), esclavizando no sólo a los hombres indígenas, sino también a sus mujeres y a sus niños, a los cuales se los entregó a familias de Buenos Aires como “mandaderos”.
Los argentinos, pues, fuimos capaces de esa infamia que habían establecido los conquistadores españoles en las distintas formas esclavizantes: encomienda, mita, yanaconazgo, etcétera. Occidentales y cristianos.
En el acto pampeano, territorio parte de la campaña de exterminio de Roca, se propuso que la avenida Roca, continuación de la misma avenida llamada San Martín en sus comienzos, pasara a llamarse en todo su trayectoria con el nombre de nuestro Libertador. Pero claro, siempre hay una oveja negra en el rebaño. Fuera del acto, el viceintendente Angel Baraybar hizo declaraciones contrarias con los argumentos falsos de siempre. Dijo que Roca no fue autor de un “exterminio”, porque todavía “hay indios”. Una cuestión de léxico para el señor “representante del pueblo”. Como si no fuera lo mismo matar a 15 mil personas que a 20 mil. Como sostienen algunos: “Hitler no mató a 6 millones de judíos, fueron sólo 2 millones”. O como sostienen otros: “Los turcos no mataron a más de un millón de armenios, sólo a 60 mil”. Como si no fueran los mismos crímenes matar a 2 mil o a 10 mil. Además, sostuvo el estúpido argumento de que “los mapuches no eran argentinos, eran indios chilenos”. Señor Baraybar: los pueblos originarios no tenían “fronteras”, son etnias, no tenían marcados límites con murallas o con hitos vigilados por miles de uniformados en la irracional tarea de cuidar “esto que es mío”. No eran ni argentinos, ni chilenos, ni bolivianos, eran etnias distintas. Además, señala que a Roca le debemos la frontera definitiva con Chile. No, Roca habría sido un héroe racional si hubiera cumplido con el sueño de aquel gran libertador, Bolívar: los Estados Unidos Latinoamericanos, y no estar divididos con fronteras totalmente artificiales. Para qué fronteras. Para darles una tarea a los ejércitos, ya que en vez de las armas entre los pueblos debería existir sólo la mano abierta.
Pero el egoísmo, el ansia de posesión, la muerte del otro como medio de lograr honores no pasan a la historia definitiva. Sólo aquellos que tratan de cumplir con los principios de Igualdad, Libertad, Fraternidad son los que pasan a la Historia definitiva. Y esto quedó claro en el acto de Santa Rosa, cuando hablaron con el mismo objetivo representantes de diversas organizaciones étnicas y nosotros, los que “bajamos de los barcos” y que somos argentinos tanto como los que pueblan estas tierras hace miles de años.
Y así, día tras día, se van sucediendo los actos en todo el país de los que desean terminar con el racismo oculto y no dar razón a los que finalmente se quedaron con la generosa tierra gaucha y le pusieron alambrados para decir “esto es mío, mío, mío”. Por ejemplo, el acto que se llevó a cabo en la ciudad bonaerense de Coronel Rauch, que lleva el nombre de ese despreciable militar y mercenario europeo contratado por Rivadavia para “exterminar a los indios ranqueles”, como dice el decreto de ese primer presidente argentino. Fue un acto vibrante, pleno de docentes, padres, madres, jóvenes, empleados, obreros, hombres de los sindicatos, es decir, gente de pueblo. Todos quieren vivir en una ciudad que no tenga el nombre de un mercenario asesino sino de alguien que dejó para siempre señales de respeto a la vida y a la naturaleza y luchó por el bienestar de todos y de la cultura. ¿Por qué hay ciudades y pueblos en la llanura bonaerense que tienen nombres de los oficiales de Roca y no poseen los hermosos y poéticos nombres con que los pueblos originarios denominaban esas regiones, lagos y ríos? ¿No es más bello el nombre de Nahuel Huapi, para un lago, que lago Perito Moreno, lago Roca, lago Gutiérrez o lago Fagnano, como fueron bautizados por aquellos que fueron beneficiados por la llamada Campaña del Desierto? Por supuesto, en la Argentina dominan nombres de militares, de presidentes, de curas o de dueños de la tierra. Y no la ética, la poesía, la música de la naturaleza como principio fundamental de la vida, sino los cargos, la devoción ante los que mandan. En la iglesia central de Bariloche, una ventana tiene la figura vitral del general Roca, y en otra, la del presidente Avellaneda, el mandatario que aprobó la campaña genocida “del Desierto”, de Roca. Está todo dicho. El genocida y su aliado civil como ejemplos a seguir, en la Casa de Dios.
Pero no sólo el pasado histórico está siendo revisado sobre el comportamiento ético de sus personajes, sino también nuestra historia más reciente. En el colegio secundario Julio Argentino Roca –sí, tal cual, en el barrio capitalino de Belgrano R– se recordó a los 18 estudiantes desaparecidos por la última dictadura militar. Fue muy emocionante. Al comenzar el acto, alumnos pasaron al frente con los retratos de esos jóvenes luchadores por un país igualitario. Los “desaparecieron” las bestias uniformadas y sus secuaces civiles, los torturaron bestialmente, los arrojaron vivos desde aviones al mar. Y ahí están ahora, aplaudidos por todos. Hablaron docentes, el presidente del Instituto para la Memoria, alumnos y escritores. Y uno de ellos puso el dedo en la llaga. Dijo que cómo ese colegio podía llamarse Roca, el desaparecedor de los pueblos originarios, y su retrato colgado en las paredes junto a los de los alumnos desaparecidos. Ironía macabra del destino. Ese vergonzoso actuar de los genuflexos que premiaron a un genocida todavía es aceptado por los que afirman que “en Historia hay que mirar para adelante”, como dice el señor Macri, cuando la ética nos enseña que hay que aprender de la Historia para jamás volver a cometer errores tan oprobiosos. Pero, a pesar de los que la niegan, vemos que, finalmente, la ética siempre triunfa.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Vivir no solo cuesta vida. Cuesta aprender, comprender, atender, dedicarse al otro.
Regar el amor, contemplarlo, protejerlo del paso del tiempo.
Redescubrir la pasión, encontrarse en la comunión primera y salir a flote.
No dejarse llevar por el cansancio, por el desgaste, por la misma frase, por la misma cara, por el mismo gesto. Romper con el sonido de la montonía.
Vivir, sin duda, es algo más complejo que vivir. Al que solo le cueste vida, es un vegetal humano.
Usar la paz, la armonia interior, hasta que hayamos logrado recuperar nuestro ser auténtico, nuestro sur.
Sino la vida es soledad. La vida se apaga, y se nos van de al lado los que más queremos.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Rockería de Bernal

Arrancamos en la camionetita de un pibe del barrio y de la escuela, amigo de los amigos, esa cosa que tiene la adolescencia, sin conocerte te conoces por conocidos.
Desde atrás, estabamos dos amigas, yo, y cuatro pibes más, uno de ellos mi mejor amigo, que medía dos metros, si, no exagero, dos metros. Sus piernas ocupaban tanto que fue divertido entrelasarse para poder estar bien.
Era pleno invierno, o el frío que sentiamos al estar atrás me hace recordar que lo era.
Envueltos en un trapo, cantando el mambo de la botella. Recuerdo que me gustaba fanfarronear con canciones que solo los que escuchaban de posta una banda sabían. Y ese flaco, ese que te interesa se la sabía de pe a pa, y me hizo la gamba y la cantamos entera. Siempre luego lo recordaríamos como una de las cosas que nos comulgo para toda la vida. Aunque haya durado solo años.
Pasamos por una villa infinita, sin luces, una ruta bien oscura, y el frío siempre persistente. Pero tan metidos en el rock, que no había ni miedo, ni sobre saltos. Cuando llegamos estacionamos la camionetita, y recuerden el detalle de camionetita por el final de esta preciosa historia de recital.
Nos fuimos a hacer la cola para entrar. Muertos de frío. Pero llenos de felicidad. En ese momento de la vida, cualquier cosa simple era motivo de azaña.
Seguíamos allí, hasta que uno, siempre había uno..Pelo un fuego y quemo un par de gomas tiradas en el lugar. Como en una especie de corte de ruta, pero sin ruta, solo con rock. Y nos guaresimos, apretados contra ese fuego del caucho, con un olor impregnante, y el humo negro, que sin mediar distancia, pinto de color mi nariz y mis labios. Y estabamos sin dudar sabiendo de nuestras presencias. Y algo se corto, por mi nivel elevado de ingenuidad de ese momento, los 17 son lindos para safar de todo. Y ya casi cuando nos convertiriamos en estalactitas humanas entramos.
Al ingresar, cuadros de bandas milenarias, una pintura sobre otra, y muchos hermanos, de sangre, de barrio, de pasiones, de costumbres. De maneras, de vida.
Buscabamos ver el show desde el mejor lugar, y como lugar había mucho, y calor sobraba, y eramos todavía contados, todavía se podía mantener lazos entre esa cantidad. Más tarde se iba a complicar.
Con las pibas, con esas que no usaban el prejuicio y seducian desde un lugar barrial. Sin flequillo identificatorio, sin pañuelos, ni lenguas, ni esteriotipos, eramos pocas, pero bancabamos esa parada.
Y los momentos de licergia, sin presumir de drogas. Esos que te estallaban la risa más bonita, la interior…Un flaco de medio metro de altura, casi como yo, me levanta sobre su hombro, me siento un cajon de sodas, y le pego para que me baje..Mis amigas sin creer que alguien tan pequeño pretenda levantarme de prepo. Y yo riendo y cayendo del aire..Una extraña situación y risas en forma de aplausos a la diversión. Que llegaba desde el escenario. Desde la buena onda de todos nosotros. Eramos jovenes, queríamos amor, divertirnos, y cantar canciones. Queríamos que sea toda la noche noche, no queríamos que se terminará, pediamos mucho más repertorio del que la banda tenía.
Eran las viejas, era el sur del conurbano, era en la rockería de Bernal, fue una noche preciosa.
Y al terminar nos reunimos con los otros.
El dueño de la camionetita no venía. Y decididamente, cuando pensaba que el delirio había concluido. Mi amigo de dos metros, junto a los otros pibes bajaron de la vereda a la camionetita. Era tan chiquita que pudieron bajarla con la fuerza.
Al llegar el flaco, me tente tanto de la risa que me sigue dando risa la situación.
El flaco se quedo pensando si la había estacionado ahí o algo había pasado. Nadie le dijo la verdad. Yo llegue a casa y me seguía riendo. Y nada quedaba definido.
Pero estaba todo dicho.
Los dulces 17 y el rock que me venía acompañando hacia ya unos años, me hacian madurar el amor. Era todo feliz. Nada se desvanecia. Y sabía que todas las noches iban a ser así. Y hubo mil más. Pero esa fue una muy linda y digna de recordar.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Defendamos la vida

El que le pone ideología al mal. A la maldad sobre todo, ese tipo tiene una profunda falta de amor. Ni siquiera hablo de odio. Es una gran incapacidad, que noto, se va heredando, se va arrastrando por varias generaciones.
Mucho incapaz me quiere someter a su tortura, la peor, sobre la cual muy poca defensa tengo. Es escucharlos.
Ya empiezan mis oidos a querer taparse. Quisiera no entender lo que dicen. Quisiera no poder escucharlos. Quisiera alejarlos aún más de lo que lo hago.
Yo admito respetar las ideas diferentes. Pero no me quiero someter a la maldad dicha, a la palabra como tortura. A la reivindación del asesinato. Al festejo de la muerte.
Brindo por la vida, por la tuya, la de todos y todas. Y también por mi vida.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Esta vez si que te toco el 8

Tengo mil motivos para no ir, sumo uno fundamental:

La lectura de Hebe de Bonafini estuvo centrada en los represores. En una carta abierta, la titular de la Asociación Madres de Plaza de Mayo dijo que los convocantes son, centralmente, sectores ligados a la dictadura. “Son los que no quieren que se condene a los asesinos. Por eso la marcha es el 8 de noviembre, porque festejan el cumpleaños de (Alfredo) Astiz, el hombre que secuestró y asesinó a tres de las mejores Madres de Plaza de Mayo, Azucena Villaflor de Vicenti, Esther Ballestrino de Careaga y Mary Ponce. Y también conmemoran la muerte de otro asesino, (Emilio) Massera”, advirtió.

Qué me dicen de la convocatoria espontánea???

martes, 6 de noviembre de 2012

Gente sombría

Competir, superar. Dejar a todo atrás. Cerrarse. Irse a vivir juntos pero solos.
Esteriotipar. Cumplir metas. Dejar la vida en estas pocas miserias.
Sufrir lo menos posible, ser alegres aunque no corresponda.
Correctos, formales, lujosos, comodos, petrificados. Inamobibles. Burgues todo burgues.
Buscar cuotas, facilidades, estandares. Amores raudos. Belleza por doquier.
Criticar sin morderse la lengua. Desperdigar veneno sin sentir culpa. Acumular ira en billetes y en vacaciones por gozar.
Y una cruz para el momento preciso. Y todos ahondando solo al final.
Así, con tanta fatiga y fastidio busco sensibilizarme en un mundo con un planteo tan cruel.

martes, 30 de octubre de 2012

PACIFISTA EXTREMA (igual que vos Osvaldo, mi gran maestro)

Hacia dónde van mis palabras. Si nadie escucha mi verdadero sentir.
Hacia dónde uno dirige su energía, si el sol no nace por donde uno despierta.
No hay un solo mundo a la hora de vivir, no hay un solo Dios a la hora de creer.
Si todo es mucho, si hay mucho de todo. Por qué algunos se osbtinan en unificarlo todo?
Es precioso vivir, es precioso ser uno mismo, es precioso decir nuestras propias palabras. Y así y todo nos tira aparentar.
Curiosiando por lo malo, alentando al otro a equivocarse, para sentir orgullo y tranquilidad. Algo que la quietud, falta de inquietud, que trae vivir en sociedad.
Razonar sobre lo evidente, no ver detrás de cada situación. Repetir slogan de clases económicas. Parafrasear a farzantes. Balbucear que algo es un diaro, cuando en realidad todo eso es muerte.
Brillan los ojos de la juventud, porque la juventud trae ese brillo, ese recuerdo de que todo se puede, se podrá y que no hay despojo en cada minuto.
Vivamos y seamos jovenes, permanentemente, con coherencia, y sin seguir hiriendonos.

Y digo herir, porque una lastimadura se cura, la herida perdura más. Y está pasando eso.

martes, 23 de octubre de 2012

Algo de Carter

Laberintos del alma, un pianista que es chopin, para ella, solo para su alma. Para su ajenidad, para su poca fuerza.
Ya nadie va entender eso de Santa Mónica, ese desenfado, ese lugar diferente, esa vida que hizo, pero que en su muerte deseaba otro final.
Así van mucho otros por la vida, buscando otro final.

domingo, 21 de octubre de 2012

La guerra contra el Paraguay


 Por José Pablo Feinmann
 Por José Pablo Feinmann
Nueve de abril de 1865. El general Lee rinde las tropas de la Confederación luego de la batalla de Appomattox. El Sur algodonero y esclavista queda devastado. Hacía tiempo –pero sobre todo luego de la derrota de Gettysburg– que sus tropas pedían a gritos la paz. El Norte de Lincoln, el país industrialista ligado a la creación de un mercado interno y de un país poderosamente capitalista, había triunfado. Gran Bretaña, sus banqueros, sus productores que requerían materias primas de los mercados de ultramar –ya preocupados por el rumbo que la guerra venía tomando para el Sur– se quedan sin su poderoso proveedor de algodón. Echan su mirada hacia el ancho mundo y se preguntan: “¿Dónde hay algodón barato?”. Lo hay. Pero está en una pequeña República dominada por un “tirano” que ha desarrollado una economía proteccionista, que tiene altos hornos, astilleros, que fabrica sus armas, que ha importado técnicos europeos y los ha incorporado a su proyecto de desarrollo autónomo, nacional. Le dicen “la China de América”. Los ingleses conocen cómo tratar a ese tipo de países que se obstinan en negarse a entrar en la senda de la civilización. (Nota: los ingleses no son los “malos” de esta historia. Son un Imperio y tienen que desempeñarse como tal. Los imperios son imperios. Habitualmente tienen modales sanguinarios. A veces, con mucha frecuencia, ejercen la diplomacia. O, como veremos en este caso, la astucia.) Tuvieron ese problema con China y abrieron sus puertas cerradas a cañonazos. Hay que hacer lo mismo con el Paraguay. Pero –deciden, y he aquí la gran astucia– no se tomarán ellos el trabajo de hacerlo. Pedro II, a quien se le dice “monarca tropical”, gobierna el vasto imperio del Brasil. También es un aliado fervoroso de Inglaterra. Su mano de hierro en América latina.
Es un dato fascinante de la historia que la derrota del Sur algodonero se produzca en 1865 y la Guerra contra el Paraguay empiece en ese mismo año. Inglaterra no podía esperar. Brasil y Argentina deciden atacar al tirano paraguayo, tarea a la que su suma el pequeño país uruguayo, un milagro de la diplomacia británica, que lo fue por la derrota del más grande caudillo de América del Sur: José Gervasio Artigas, de quien ya nos ocuparemos. Cada uno acude a esa guerra basado en intereses diferenciados. Brasil por la ambición de Pedro II y por los intereses británicos, imperio que es su fundamento histórico y al que representa. Mitre y Argentina por razones mucho más complejas.
Diecisiete de septiembre de 1861. La Confederación Argentina, bajo el mando del general Urquiza, es derrotada en Pavón. Se sabe que es la derrota más cuestionada de nuestra historia y le costará su vida al jefe que ordenó la retirada. La batalla estaba decidida a favor de los bravos jinetes entrerrianos y de los federales que se les habían sumado. Mitre no gana la batalla, Urquiza le entrega la victoria. Cuando un oficial le pregunta –algo altanero y sobre todo desconfiado– “por qué la retirada”, Urquiza ordena su inmediato fusilamiento.
Luego de Pavón, Urquiza deja al federalismo en manos de Buenos Aires. Mitre declara una “guerra de policía” al gauchaje federal de las provincias mediterráneas. Desde San Juan, Sarmiento la conduce. Detallar las crueldades de estas operaciones ya ha sido hecho. Además, Sarmiento y Mitre cumplían el “plan histórico y civilizador” de los conquistadores del capitalismo colonialista. Que se trate, aquí, de un colonialismo interno no cambia mucho. Para Sarmiento, los gauchos federales eran lo mismo que para el Mariscal Bugeaud los jinetes árabes. Lo dice en su libro de viajes. Cuando el Mariscal Bugeaud llega a Argelia, hace quemar vivos a quinientos argelinos para hacerles saber con quién habrán de tratar. Sarmiento admira a este Mariscal francés a quien el país de las luces rinde honra como “el conquistador de Argelia”. De modo que algunas de sus frases más terribles (“Si Sandes mata gente, déjenlo. Es un mal necesario”) deben ser encuadradas en este contexto y no como vitupero moral. La única (y fundamental diferencia) entre Lincoln y Mitre es que el primero hizo un país, que las matanzas de indios se continuaban con la carretas de los colonos. Con el ferrocarril al Oeste. Que la industria era el centro de todo el desarrollo del país. Y la creación de un mercado consumidor. Mitre mató para Buenos Aires y luego Roca para diez familias que se repartieron la Patagonia. Estos son los motivos esenciales de las diferencias entre una potencia y un pequeño país hundido en un monocultivo que generó una clase ociosa. Lincoln hizo un gran país, Mitre una bella ciudad con palacetes franceses y un bello teatro de ópera.
Volvamos, brevemente, a Sarmiento: su frase (referida a Ambrosio Sandes) “es un mal necesario” expresa lo que creía sobre las matanzas. No se trataba de una cuestión moral o piadosa. Había una violencia a favor del progreso y la civilización. Otra, a favor del atraso. Pero aquí la cosa se complica. Las montoneras federales se unen a la “hermana República del Paraguay”. Este es el motivo central de la guerra a López. No “el ataque” a unos barquitos que andaban por Corrientes. Ese fue el Pearl Harbour de Mitre: “¡Guerra al Paraguay! ¡Atacó unos lanchones allá por Corrientes!”. No, había que liquidar al Paraguay porque era el último bastión rebelde contra la civilización de Buenos Aires. Alrededor de ese bastión se unían todas las montoneras federales que seguían peleando después de Pavón. Sobre todo, Felipe Varela. Varela expresa sus propósitos en una Proclama (1866) y en un Manifiesto (1868). Son dos magníficas piezas inspiradas en Alberdi.
Aquí, hay que detenerse. Después del desastre de Curupaytí, Mitre regresa del frente para ocuparse de las montoneras federales. Solano López sigue guerreando. Urquiza, en el Palacio San José, inmóvil. En pocos países de América debe haberse constituido un frente tan poderoso contra las fuerzas “civilizadoras”. O pudo haberse constituido. Hay un punto axial: ¿y si Urquiza no hubiese traicionado al proyecto de la Confederación? No olvidemos que a este proyecto no le faltaba un puerto: Paraná. Le sobraban intelectuales: Juan Bautista Alberdi, Carlos Guido Spano, Olegario Andrade, Miguel Navarro Viola, Juan María Gutiérrez (sí, el joven liberal romántico del Salón Literario, el exiliado de Montevideo, el compilador de las obras de Echeverría. ¿Era Gutiérrez un bárbaro? Sin duda no: pero –-diría Mitre– había elegido esa causa). Tenía tropas, armas y un pueblo que no quería desaparecer bajo la gula de los comerciantes porteños. Tenía, también, un enorme aliado: “la hermana República del Paraguay”, como le dice Varela en su Proclama de 1866. ¿Y si ganaban? ¿Y si gobernaban Urquiza o Felipe Varela? ¿Y si formaban un gabinete con los intelectuales brillantes que los respaldaban? (No olvidemos que Alberdi fue ministro de Relaciones Exteriores de Urquiza.) Milcíades Peña (uno de los pocos historiadores que saben hacer filosofía política y muy bien) dice que Urquiza o Varela, en el Fuerte de Buenos Aires, habrían tenido que hacer lo mismo que Mitre: someterse al poder del imperio británico. Preguntemos: ¿someterse o negociar? No se crea que estamos haciendo historiografía contrafáctica. Porque si la retirada de Pavón fue el punto decisivo, el quiebre de un proyecto a punto de triunfar, entonces todo se reduce a las características individuales de Urquiza. Con otro caudillo, en Pavón, con un hombre como López Jordán, los jinetes entrerrianos entraban a galope tendido en una Buenos Aires aterrorizada. ¡Si Mitre nunca ganó una batalla! ¿Cómo habría podido frenarlos? En fin, el tema es altamente complejo. Si Mitre ya había tejido sus alianzas con Gran Bretaña tan fuertemente como para conseguir su respaldo, como para que el elegido fuera él, nada habría sido posible. Inglaterra diseñó todos los países que se formaron en el siglo XIX. Todos los que le importó al menos, que fueron la mayoría. Pero –volviendo al Paraguay– ¿se entiende ahora el interés de Mitre en su destrucción? Para Mitre, destruir al Paraguay era terminar con la cuestión político-militar interna de la Argentina. Porque el Paraguay era un país poderoso. Lo sabemos: el ejemplo de que un desarrollo autónomo en América latina era posible. ¿Lo era o el Paraguay terminó destruido porque no lo era?
Fue un genocidio. Mitre se retira después de Curupaytí. El bueno de Rufino de Elizalde (de más que aceitadas relaciones con los ingleses) le pide que reprima la rebelión de los gauchos federales mediterráneos. Brasil queda al frente de la guerra. Las matanzas son inenarrables. El Paraguay llega a pelear con niños a los que les pintan bigotes con carbón para que parezcan hombres. Los asesinan. Las madres piden que les permitan retirar los cuerpos. Les dicen que sí. Cuando lo intentan las matan. Se calculan muchas cifras de muertos. Ya sabemos que en estos casos las estadísticas son horribles. Unos dicen seiscientos mil. Otros un millón. Da lo mismo. La frialdad de las cifras paraliza. Uno no puede sentir nada. Horroriza más ver a un solo muerto que una estadística de cientos de miles. Lo cierto es que sólo quedan vivos doscientos mil paraguayos. Mujeres, ancianos y niños. Todos los hombres han sido asesinados. La población del país, antes de la guerra, se calculaba en un millón doscientos mil. Es sencillo deducir a cuántos mataron. Solano López resiste hasta el final. Lo matan en Cerro Corá. Alcanza a gritar: “¡Muero con mi patria!”. Tenía razón. Este genocidio sigue negado por la Argentina oficial. También los turcos –todavía– niegan el genocidio contra los armenios.


ES INCREIBLE QUE SIGAMOS OCULTANDO LA REALIDAD DE LA HISTORIA LATINOAMERICANA...BASTA DE CARETEARLA.

lunes, 15 de octubre de 2012

Darle bola al alma en esta sociedad del éxito, en esta socidad de solidaridad selecta, de valores según el linaje. De acomodos. Raramente pueda tratarse de la verdad.
No hay lugares dónde respirar sin ser observado para bien o mal. Necesitamos aprobar algo, lo que sea, todo el tiempo.
Carecemos de criterio propio, de mantenernos al margen del dialecto ajeno. De sobreponernos de alguna ruidosa moral. De no perdernos en la deriva del olvido de ciertos temas trascendentes.
Me siento china, pero más en el alba, más en el sueño, más en el arte que no logro determinar, a dónde iremos, sin perjudicar a muchos más.

domingo, 14 de octubre de 2012

Tarda, pero se logra


Tarda, pero se logra



  Por Osvaldo Bayer
Una semana de optimismos y mucha alegría interior. Primero, cuando el tandilense Miguel Angel Gigena me trae la noticia de que una avenida de Tandil se llamará nada menos que Osvaldo Soriano, por resolución unánime del Concejo Deliberante de esa ciudad. El proyecto había sido presentado por la peña El Nuevo Gasómetro, integrada por los hinchas de San Lorenzo de Almagro. Nada más justo. Tandil, la ciudad en la cual el “Gordo” Soriano comenzó con el periodismo –su gran pasión– y se inició como escritor. ¡Si habremos conversado sobre sus experiencias tandilenses cuando me visitaba en Berlín, durante los largos años del exilio! Sí, Tandil fue el horno donde empezaron a surgir sus deseos de escribir y realizar nada más que eso, retratar lo que veía, lo que se imaginaba, lo que había soñado primero en Mar del Plata, su ciudad natal, luego en Neuquén, durante su infancia, y después ya en la redacción de un diario. Sí, el periodismo, de donde surgieron plumas como las de Roberto Arlt y el inolvidable González Tuñón. Para nombrar sólo a dos, porque se nos llenaría de nombres la contratapa. Muy justo, una avenida tandilense donde el Gordo se pondría a comer tajaditas de salame tandilero. Bien, Gordo, llegaste a la voz del pueblo al cual siempre perteneciste. Por eso quisieron negarte los academicistas, esos que nunca tendrán ni una cortada en su barrio que los recuerde. Una avenida en una de sus ciudades. Ya, en 2008, en Tandil, se había inaugurado un mural en recuerdo del Gordo Soriano, en ocasión del centenario de la fundación de su equipo preferido, San Lorenzo de Almagro. En ese mural se lo ve al Gordo con la camiseta de ese club y pisando una pelota número cinco ¡de la cual habrá escrito tantos relatos! Y el mural tiene esta frase sorianesca, mezcla de filosofía barrial y conciencia argentina: “Ser de San Lorenzo es un interminable sobresalto; una carga que se arrastra toda la vida de tanto desconcierto y orgullo como la de ser argentino”. Un gol de off-side de los que acostumbraba a meter el Gordo y siempre se lo daban por válido.
Pero de los recuerdos tiernos y nostálgicos que depara la amistad vayamos a otros triunfos de los últimos días, ya entrando en el panorama trágico de la vida argentina: esta semana recibí desde Calafate la noticia de luchadores por la verdad histórica que el administrador de la estancia La Anita, donde tuvieron lugar la mayor parte de los fusilamientos por el Ejército argentino de peones rurales huelguistas en 1921-22, permitirá a antropólogos el estudio de las tumbas masivas de esos trabajadores asesinados oficialmente. Recuerdo aquellos fines de la década del sesenta cuando realicé viajes interminables por toda Santa Cruz y llegué a situar todas las tumbas de los fusilados. El accionar del 10 de Caballería en esa estancia lo describo en el segundo tomo de La Patagonia Rebelde, en el capítulo titulado “Muerte en el Paraíso”. Cuando llevé a cabo la investigación encontré todavía con vida a la mayoría de los protagonistas de los sucesos: los oficiales de ese regimiento, los estancieros miembros de la Sociedad Rural, los peones que habían logrado salvar sus vidas huyendo antes de los fusilamientos, los políticos radicales responsables de haber ratificado la represión y los habitantes de las cercanías. Más los documentos oficiales y de las organizaciones obreras de la época. Y justo cuando había organizado la excavación de las tumbas masivas de La Anita con antropólogos de la Universidad de Buenos Aires, el administrador de esa estancia me negó el permiso para entrar al establecimiento. Cuando regresé del largo exilio continué mi lucha para lograr ese objetivo, siempre en vano. Y ahora acabo de recibir la noticia que me dan jóvenes estudiosos y miembros de organizaciones de derechos humanos del sur santacruceño, que sí, se podrá realizar la investigación ya que los responsables de la mencionada estancia no sólo donarán a la provincia o a la Nación la fracción de terreno donde están las tumbas, sino que también permitirán la investigación científica del lugar donde yacen los peones fusilados por los militares argentinos ante la orden del presidente Yrigoyen.
Valió la pena vivir, me dije cuando me llamaron de Santa Cruz para darme la noticia. Sí, a veces tarda mucho tiempo pero siempre, siempre, termina por vencer la ética. Los crímenes no se pueden encubrir para siempre. Alguna vez en el tiempo surgen siempre las pruebas condenatorias. Por eso, es hora ya de que el radicalismo haga una autocrítica acerca de esa tragedia argentina ocurrida por obra y gracia del gobierno de Yrigoyen. Piensen, señores radicales, que la autocrítica es un paso adelante en el concepto democrático y ayuda a no repetir errores.
Y otra noticia más que me llegó esta semana y que me llenó de una alegría juvenil. Sí, sentí de pronto que volvía a ser el joven periodista que llegó a Esquel en 1958 a dirigir el diario Esquel, con tantas ilusiones y proyectos y terminó expulsado por la Gendarmería Nacional. Es que cuando el propietario del diario Esquel me dejó cesante por defender los derechos de los pueblos originarios de esa zona patagónica y por descubrir un infame procedimiento policial contra un joven plantador de nogales plenos de ideales en defensa de la naturaleza, resolví editar un semanario al cual llamé La Chispa, al cual le puse como lema: “Primer periódico independiente de la Patagonia”. Fue un espejo de las injusticias que dominaban esa zona en aquel tiempo. Pero me fue muy mal, me detuvieron, estuve preso en un calabozo de la policía local y luego fui expulsado de Esquel por la Gendarmería. Una experiencia en la propia piel de lo que era entonces el dominio de los poderosos de la tierra. Pero esta semana una agrupación juvenil de Esquel me llamó por teléfono para decirme que van a volver a publicar todos aquellos números de La Chispa como homenaje a la lucha por la verdad a través del periodismo. Sólo les respondí con un emocionado: “Gracias... valió la pena”. A ellos pondré a disposición los números de La Chispa que logré salvar en aquel verano de 1959. Es historia auténticamente patagónica. Sí, en el paraíso hubo infiernos en muchas épocas. Pero ojalá sus lagos reflejen cada vez más cielos profundamente azules con nubes pasajeras tan curiosas.
Para terminar, otro paso positivo en nuestro andar argentino. La capital de La Pampa, Santa Rosa, ha resuelto cambiar el nombre de su calle principal. En vez del genocida Julio Argentino Roca pasará a llamarse José de San Martín. Que es como cambiar el nombre La Muerte por el de La Libertad. Paso a paso vamos limpiando los cristales de una historia plena de heroísmos y de bajezas basadas en el racismo y en la codicia de los dueños de la tierra.
La vida, mi país, pero nuestra gente, ésa de los ideales, que también se hacen presentes.

jueves, 11 de octubre de 2012

La amenaza haitiana

 
 
 Por Eduardo Galeano

Este artículo está dedicado a Jorge Marchini
Como de costumbre, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas repite que mantendrá la ocupación militar de Haití porque debe actuar “en caso de amenazas a la paz, quebrantamientos de la paz o actos de agresión”.
¿A quién amenaza Haití? ¿A quién agrede?
¿Por qué Haití sigue siendo un país ocupado? ¿Un país condenado a vigilancia perpetua? ¿Obligado a seguir expiando el pecado de su libertad, que humilló a Napoleón Bonaparte y ofendió a toda Europa?
¿Será por aquello que los esclavistas brasileños llamaban “haitianismo” en el siglo XIX? ¿El peligroso contagio de sus costumbres de dignidad y su vocación de libertad? ¿El primer país que se liberó de la esclavitud en el mundo, el primer país libre, de veras libre, en las Américas, sigue siendo una amenaza?
¿O será porque ésa es la normalidad impuesta por un mundo devoto de la religión de las armas, que destina la mitad de sus recursos al exterminio del prójimo, llamando gastos militares a los gastos criminales?
Las Naciones Unidas gastan 676 millones de dólares en la ocupación militar de Haití. Una millonada para sostener a diez mil soldados, que no tienen más mérito que haber infectado al país con el cólera que mató a miles de haitianos y seguir practicando impunemente violaciones y maltratos a mujeres y niños.
¿No sería mejor destinar ese dineral a la educación? Más de la mitad de los niños haitianos no va a la escuela. ¿Por qué? Porque no pueden pagarla. Casi toda la educación primaria es privada y el Banco Mundial veta los subsidios a la educación pública y gratuita.
¿O no se podría destinar esa fortuna a casas habitables para las más de trescientas mil víctimas del terremoto, que siguen viviendo en carpas provisorias? ¿Provisorias por siempre jamás?
¿O consagrar esos fondos multinacionales a mejorar la salud pública, que todavía depende de la milagrosa solidaridad entre los vecinos de cada barrio y cada pueblo? Afortunadamente, esas tradiciones comunitarias de ayuda mutua siguen generando la misma energía creadora que ilumina las prodigiosas esculturas y pinturas de los artistas haitianos, capaces de convertir la basura en hermosura, pero mucho podrían mejorar si se destinaran a fines civiles los derroches militares.

domingo, 7 de octubre de 2012

No te llames pueblo

Cuando un país no quiere llamarse pueblo, llama a un  militar.
Cuando un país odia a la democracia, llama a un militar.
Cuando un país quiere gastar su guita afuera, llama a un militar.
Cuando un país se odia a si mismo, llama a un miliar.

Pero cuando amas y te sentís pueblo, llamas al general.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Me causa un gran repudio la delicadeza que se tiene para con las mujeres ricas, o de clase media. Y la crudeza inescrupulosa de gran parte de la sociedad para mujeres de bajos o nulos recursos económicos.
Los tacones de zarcani no son señal de ninguna grandeza, o sí, y por eso debo ser acribillada por cualquier mal parido de estos que rodean todas las manzanas habitadas de esta ciudad, suelta de sarcasmo y atada de prejucios.
Pero ellas mientras, padecen una cuestión imperdonable. Haber nacido mujeres y encima pobres. Una condena social, toda en sí misma.
Sucias muchas, con su dentadura incompleta, seguro por el calcio perdido por el embarazo, los trastornos de la droga, la violencia de genero, el olvido propio de su condición, y sobre todo algo que nadie se anima a sospechar, que ellas esperan un abrazo lleno de afecto. Mujeres incompletas.
Pero mientras las muertes que lloran los espirituales seres humanos de puertas para adentro. Son solo las que el noticiero apuntan como tragedias...las otras muertes, las que se encuentran a mano del olvido, seguramente las lloremos poquitos en silencio...Sin muros de facebook, sin charlas en el desayuno, pero con la conciencia de que todo eso era evitable con inclusión.
Gracias Cristina por plasmarlo en la asignación por hijo. Es darle lugar a todas esas mujeres olvidadas, incompletas, pero humanas, lindas y sensibles.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Al pie de un árbol dolor

Pajarito inconciente dejame de joder, andate a otro árbol, no quiero tanto mal recuerdo para qué?
Porque volves pájaro bobo, tu casa acaso es acá en mi pecho??
No te quiero más, entendelo que a pesar de mi dureza, no soy un árbol. A penas si llego a planta.
Lleguemos a un acuerdo porque es vital que te vayas de mí.
Dejame con mi buenos recuerdos, llevate ese a otro planeta. Evita que en la tierra nadie te vea. Sos un pájaro lleno de enfermedades.
Empiezo a sospechar que sino te doy un motivo probablemente te quedes picandome.

domingo, 23 de septiembre de 2012

La Yegua

 

 
Por José Pablo Feinmann
Una vez muerta Eva Perón, el gobierno justicialista emprende los preparativos de su velatorio. Esa muerte había sido señalada en el devenir de la historia nacional con una precisión raramente vista. Tuvo lugar a las 20 y 25 del 26 de julio de 1952. Durante los años que aún le restaron, el gobierno de Perón instauró en ese hito temporal un noticiero que informara al país de sus avatares. El locutor decía: “El noticiero de las 20 y 25, hora en que Eva Perón entró en la inmortalidad”. Los restos de Eva son trasladados al Congreso Nacional y ahí quedan a la espera de la veneración popular, del amor sin límites de los que ella, cariñosamente, llamó sus grasitas. Sólo ella podía llamarlos así. Se forman largas colas para pasar junto a su figura blanca, embalsamada, mirarle la cara breve y dolorosamente –los que en serio la lloraban, que eran la mayoría– y seguir, dar paso a otro, y a otro y a todos los demás, que ya eran multitud. Al anochecer, el tiempo se pone lluvioso, húmedas las calles y barrosas. “Hasta el cielo se ha puesto a llorar”, dice un tango de Troilo. Bueno, algo así. Las luces son escasas. La cola avanza muy lentamente. Es, imposible dudarlo, una ceremonia fúnebre, un adiós que no se quería, un adiós que –casi como todos, aunque tal vez más– es un hueco que nada podrá llenar. Ella era irremplazable.
En este cuadro de dolor popular (que Borges, en su cuento El simulacro, definirá, con clara precisión y desdén de clase, como “el crédulo amor de los arrabales”, frase que marca a fuego, una vez más, la visión de los civilizados sobre el amor de las almas sencillas, intocadas por la cultura, manipulables, el alma del pueblo bárbaro, siempre materia mansa en manos de los demagogos) surge el personaje central del cuento de Viñas, La Señora muerta. Se llama Moure, y no ha ido al sepelio para ver a la “señora muerta”, ni para besar el féretro ni para aguantarse esa llovizna de julio, fría como la muerte que da marco a todo, pero impiadosa con los huesos, penetrándolos hasta el sufrimiento; tanto, como si nunca fuera a irse de ahí. Moure sí, Moure quiere irse de ese lugar macabro. Pero no quiere irse solo. Tuvo una idea ingeniosa, la perfecta idea de un piola de Buenos Aires, ya que no otra cosa es él, Moure, que fue a la cola de los “crédulos de los arrabales” para hacerse un levante, levantarse una de las tantas minas que estarían hartas ya de esperar su turno y bien podrían volver otro día, mañana por ejemplo, o pasado mañana o la semana siguiente, si nadie sabe cuánto va a durar eso. Mientras el público siga llegando, mientras la cola no disminuya, llueva o no llueva, la cosa va a seguir. Se acerca a una mujer y le da conversación. Al poco tiempo pregunta la pregunta cuya respuesta lo puede meter esa noche helada con una mujer en una cama, ardoroso y hasta desbocado. Le pregunta si no está cansada. Ella lo mira, tiene una cara serena, adolorida, pero ya resignada a ese dolor y tal vez a todos los que vengan de aquí en más. Ella no sabe qué decir. Probablemente no se autorice el cansancio, lo sienta indigno, una traición a la muerta, que se murió por no cansarse nunca, por trabajar hasta el último aliento por los pobres. ¿Así le va a pagar? ¿Con el cansancio mezquino de no tolerar una cola que lleva hasta su cara blanca, que ella quiere ver, y quiere que también ella la vea, porque ella, ahora que es inmortal, puede verlo todo, más que cuando vivía, más que cuando no era como es ahora, como Dios, inmortal? Moure se impacienta. “¿Quiere irse?” “Cuando me sienta bien cansada.” “Pero mire que tenemos para rato.” “¿Lo dice en serio?” “Yo siempre hablo en serio.” “¿Y cuánto dice que falta?”
Moure le acerca el dato: “Unas tres horas”. Antes les ha echado una mirada a los de adelante y vio que eran muchos, demasiados, todos amontonados, indescifrables, turbios en medio de esa oscuridad mojada. Para ella, tres horas son muchas. Aunque, agrega, a la gente le gusta esperar. “Esperar algo, cualquier cosa...”
Algunos soldados, con caras de sueño, reparten sopa, un líquido que echa humo y promete calor. Ella no quiere sopa. De chica se la hacían tragar. “Era un asco.” Moure se siente más firme, la victoria es suya. La cosa viene por el lado del hambre. De pronto, ella lo sorprende con una pregunta que no esperaba, brava la pregunta, difícil: “¿A usted le gustaba?” “¿Quién?” “La Señora. ¿Quién va a ser si no?”
La mujer desconoce que a Moure la Señora le importa poco, que no está ahí por la Señora. Que ahora está ahí por ella, y la mira fijo, y le calcula apenas veinticinco años. “Si me la pierdo soy un... era joven”, dice.
Decide avanzar. No aguanta más. Tiene que resolver ese asunto enseguida. Se le ocurre hablarle del sueño. Si lo tiene, él la puede llevar a dormir. “¿Tiene sueño?” “Hambre tengo.” “¿Quiere...?” “Sí.”
Ya está. La saca de la fila. Buscan un taxi. Ella dice que la lleve a algún lugar cercano. Parece que su cansancio suma tanto como sus ganas de comerse algo, de calentarse el estómago. Moure le dice al taxista a dónde quiere ir y también que no conoce mucho la zona, que él lo guíe. El taxista cumple con su tarea. Llegan al primer lugar. En esa época a los hoteles transitorios les decían “muebles”. (Aunque Viñas evita decirlo en su relato. Buscan un “lugar”.) El lugar está cerrado. “A otro”, ordena Moure. Pero la deriva fracasa una y otra vez. Nada está abierto. La mujer empieza a reírse. Le divierte ese largo paseo en busca de nada. De puertas de chapa con candados enormes. Y esos carteles desteñidos que apenas pueden leerse, aunque todos dicen: Cerrado. “¿Los llevo a otro?”, dice el taxista. “Sí –dice Moure–, pronto. Pero pronto, por favor.”
“Y toparon con otro portón, una gran tabla pintada de gris cerrada con un candado, y la risa de esa mujer aumentó mientras Moure pensaba que lo que a ella le correspondía era quedarse en silencio, tomarlo de la mano y tranquilizarlo (...), pero las mujeres se ponen nerviosas y no sirven para nada y por eso son mujeres.”
“¿Todo está cerrado?”, grita, casi, Moure.
El chofer dice que sí y hasta parece asombrado por la ignorancia de su pasajero: ese hombre no sabe nada de nada, nada de lo que sucede en ese día y hace que suceda esto: que todos los hoteles estén cerrados. Sugiere: “En la provincia”. “¿Seguro?” “No, seguro no.”
Y le explica. Cautelosamente le explica. Como si reflexionara. Buscando darle algo de paz, de serenidad: “Hay que aguantarse. Es por la Señora”. “¿Por la muerte de...?” necesitó Moure que le precisaran. “Sí. Sí.” Locamente estalla: “¡Es demasiado por la yegua ésa!”.
Entonces, bruscamente, esa mujer dejó de reírse y empezó a decir que no, con un gesto arisco, no, no, y a buscar la manija de la puerta.
–Ah, no... Eso sí que no –murmuraba hasta que encontró la manija y abrió la puerta–. Eso sí que no se lo permito... –y se bajó.
Se trata de un gran cuento de David Viñas, antiperonista de toda la vida, pero un hombre que siempre tuvo su corazón del lado de los humildes. No es por otro motivo que su narración cala hondo en la conciencia autónoma, lúcida, de esa mujer sencilla. Que dice no, eso sí que no. Que pone un límite. Que afirma su opción libre, su amor no manipulado, no “bárbaro”, por la señora muerta que ese día no pudo ver. Viñas jamás habría escrito una blasfemia como la de Borges. Si algo revela la elección de la mujer ante Moure, decirle no, decirle “eso sí que no se lo permito” es su amor auténtico por la Señora. Su amor, que tal vez sea “el amor de los arrabales”, no es “crédulo”. Este adjetivo lo usa la derecha rancia y despectiva de este país para denigrar las opciones de los humildes. Su amor es tan crédulo que los tiranos lo atrapan con facilidad y lo instrumentan para sus proyectos propios, siempre opuestos a los transparentes valores de la república, de la cultura. Queda planteada una difícil pregunta para las clases poseedoras, los “dueños de la tierra”, como los llamó Viñas en una de sus primeras novelas: ya que ese amor, el de los arrabales, es tan crédulo, tan fácil de manipular, ¿por qué tanto les cuesta apropiárselo? ¿Por qué se lo apropian los tiranos y no los hombres de luces, de cánones y latines, los hombres “de bien”?
Tampoco Moure evita dejar caer sobre Eva Perón el adjetivo con que más se la señalaba en las reuniones oligárquicas o en los casinos de oficiales: yegua. El Diccionario de Salamanca ubica al adjetivo yegua dentro del lenguaje masculino. Significa vulgar. Pero también: “Mujer llamativa o que tiene muy buena figura”. Nadie ignora que una “mujer pública” como era Eva Perón y también una “mujer llamativa” o con muy “buena figura” configura en el imaginario soez de las clases altas la abominada figura de la hetaira. Ajena a la mujer de la burguesía, que pertenece ante todo a su familia, a su hogar, a la crianza de sus hijos. Sin embargo, los seres marginados por la cultura y la jactancia de clase de los dominadores saben dónde poner sus amores. No son crédulos de los arrabales sobre los que las clases altas deban imponer su linaje y conducirlos. Son seres libres, libremente han elegido sus opciones y libremente las defenderán. Si alguien les dice “yeguas” a las mujeres por las que han decidido ser representados, dirán con simpleza, pero para siempre: –Eso sí que no se lo permito.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Me aturden las recetas, los estereotipos, los modelos de vida. Las rutinas, lo establecido.
Me provoca un ciego vacío, una caida sin tiempo, sin espacio. Sin final.
Me dejo sobrepasar por cada paso firme, pero de tan poca trascendencia que no se entiende. Suelo ser poco detallista para las boludeces y la gente boluda. Es mi fisura más patente.
Me siento un día liviana, y pesada en el resto de la semana. Cuesta ser voz fuerte entre tanta voz acatarrada por la ignorancia.
Y sin disimulo me arrastra este viento social, que sopla siempre mirando al norte. Pero yo no, yo amo el sur. Su frío, su olvido, su desierto, su infinito invierno, su triste fin, su debajo.

domingo, 16 de septiembre de 2012

La esperanza dejo de ser algo que utilice sin motivos. La guardo para cuando la vida la sugiera.
Ya no tengo vida más allá, tengo acá, la lucha, la vida, la pasión.
El mundo se hace un hoy super palpable. Super presente.
Esquivando el mal momento, hago de todo algo bueno. Curo heridas que traigo por el pasado.
Ya no a la manera que surge, sino con la profundidad de una cura a sabiendas.
Seguir porque si no es tan la mía, seguir convencida aunque haya algo que reparar. Aunque queden cosas sin ordenar.
Seguir por todo lo que queda, por todo lo que está. La vida hoy es vida, y ya no un tango de Lepera.
La cruz de un Jesús que ardonaron un par de homicidas, ya no me da vertigo. Me da luz y energía para construir casas, y  no cruces.
Y así vamos arriesgandonos con cada día, despertandonos en cada latido, en cada cosa que hacemos. En cada vida, en cada lugar. Sin vos, con vos, entre todos.
Parados junto a aquellos que nos buscan mejorar, que nos saca todo el caudal de amor interno. Sin esos, sin ese gran empuje, a dónde vayamos será perdida...Con ellos hasta el final.