martes, 10 de abril de 2012

Bombas al poder-Los bombarderos.

Crearemos un ejército de enfermos, con las sobras que juntemos por ahí.
Dónde no habrá ni cabecillas ni soldados. Nuestra utopía tendrá su razón de ser.

Reclutaremos la miseria de los hombres. No habrá más ética, ejemplar ni religión.
La porquería va salir a acariciarte, la tolerancia dejará de molestar.
Marimachos, feos, mal olientes y deformes.
Juntos destrozando el mundo de las diferencias.

Quemaremos las iglesias, vaciaremos a los bancos. Aplastar la residencia. Nuestras bombas al poder.

A la mierda el optimismo....Nuestras bombas, nuestras bombas al poder....

martes, 3 de abril de 2012

Barracas antes y hoy un gran recuerdo

A veces recuerdo el barrio visto desde la juventud. Los atardeceres en la calle sin importarme quien pase por al lado mío.
Las vecinas ofendidas por verme tomar una birra del pico. Y las madres con sus hijos, cruzando de veredas cuando nos veían a todos reír.
Me acuerdo de esas vuelta que llegábamos corriendo desde el puente viejo por algún atropello o exceso de rebeldía. Y llegar a Barracas y respirar riéndonos, como diciendo estamos a salvo.
De las noches sin guita, pero con recursos que nos permitían alegrarnos.
Del bar de los tacheros, y la moza amorosa. De los vasos rotos, y la cuenta impagable sobre el final.
De las caminatas interminables desde el inicio al fin de Avenida Montes de Oca.
Del regreso de los recitales a la esquina, como en un abrir y cerrar de ojos.
De tener dónde parar, de una banda, de historias, de conocidos, de anécdotas, una más disfrutable que otra.
De la alternativa San Telmo, y las incuestionables noches de Mvseo. Dónde el farmacéutico y su rutina de las 3, repartía sus cócteles a todos, y a más de uno lo dejaba patas para arriba en el baño.
De los artesanos verretas que te vendían alambres desfigurados, combinándolos por monedas para una entrada, que era nada más que una excusa.
De la mina cuarentona que fumaba los nevados con delicadeza y saboreo. Su vida desvencijada, y yo allí soportándolo todo.
De caminar por el autopista al regreso de la cancha, y gritarle a los amargos en su triste regreso.
De bailar por el circuito hasta gastar la vereda, de bailar pegados al olor del riachuelo en pleno verano.
Eso si era verdaderamente arrabal y murga.
Y de tantas cosas hermosas y realmente perdurables. De los que no están y los que están.
De la iglesia, la murga, la escuela, de toda esa gran parte que me define, y siento que describe mi manera de sentir, de vivir, de compartir y de ser feliz en esta pequeño pedazo de tierra.

De Barracas, de dónde partí y parto, cada vez que cuento cualquier historia.