sábado, 30 de marzo de 2013

La realidad vergonzante

             

 Por Osvaldo Bayer
El lunes pasado asistí, aquí en Buenos Aires, a uno de los actos más plenos de coraje y constructivos de los que he vivido en mi larga vida. El realizado en la Comisión Nacional de Valores, en la calle 25 de Mayo, plena de bancos y de vida financiera y de negocios. Se presentó allí un informe acerca de “Economía política, sistema financiero y dictadura”. Por primera vez una investigación a fondo de los delitos económicos cometidos por la última dictadura militar. Delitos que beneficiaron a militares y a los civiles colaboracionistas de la dictadura, casi todos ellos, empresarios de gran fuste. Sí, por primera vez se investiga este aspecto de la última dictadura que, a la vez que hacía desaparecer a seres humanos, se quedaba, en el caso de empresarios, con su fortuna, sus propiedades, sus acciones. Como digo siempre: en mis 86 años he conocido trece dictadores. Todos ellos, después de finalizar su poderío murieron pacíficamente en sus domicilios, gozando de sus sueldos de generales y almirantes y, por supuesto, de sus títulos militares. Esta es la primera vez que los dictadores y sus secuaces están en cárceles comunes y se investigan los delitos económicos cometidos durante sus mandatos. La única vergüenza para la Etica ha sido que Martínez de Hoz, el secuaz más penetrante de ese período de violencia e injusticia, murió en su edificio, el más lujoso de Buenos Aires, el Cavanagh. Y aquí la pregunta es: por qué si las cárceles argentinas todas tienen instalaciones médi-
cas no se lo envió a una de esas enfermerías carcelarias. No, Martínez de Hoz murió en su cama y en su edificio de aristócrata.
Pero vayamos al informe de la Comisión de Valores. Ese informe fue elaborado por tres profundos investigadores: Celeste Perosini, Walter Bosisio y Bruno Napoli. En la edición del domingo pasado de Página/12, Alejandra Dandán hace un profundo análisis de este informe. Y con esta nota quisiéramos ahondar en dar datos sobre el doloroso y patético proceso que debieron sufrir los empresarios Alejandro y Carlos Iaccarino, dos hombres que trataban de establecer un sistema menos explotador y más coherente, en cuanto a la distribución de bienes en torno de sus obreros y el cuidado de la naturaleza. Dos aspectos muy mal vistos por los empresarios clásicos y por la línea económica llevada a cabo por Martínez de Hoz y apoyada por las tres armas de la Nación.
Es increíble: todo está demostrado en actas oficiales y de los juzgados. Nada se puede desmentir. Los hermanos Iaccarino poseían una empresa lechera en Santiago del Estero. Su forma de administración era bien distinta a las demás empresas que dominaban el mercado. Eliminaban las intermediaciones, trataban directamente con los productores, a los cuales se les pagaba más, y con los obreros se mantenía un diálogo perfecto conformándose los empresarios con ganancias más bien modestas pero que les llenaban de orgullo frente a las fortunas de la competencia. Por supuesto, esto no fue soportado por los poderosos que tenían contactos con el jefe supremo de la Economía, Martínez de Hoz.
Los tres hermanos fueron detenidos el 4 de noviembre de 1976, acusados de conspirar contra los bienes de la Nación. Comenzó el martirio. Los hermanos Alejandro, Carlos y Rodolfo Iaccarino estuvieron en nueve centros clandestinos de detención y en catorce centros de detención oficiales. Sufrieron torturas de toda clase. Alejandro nos relata lo que es soportar la picana eléctrica en todos sus matices y el estar “colgados” mientras se les practicaban esas torturas. Lo que perseguían los torturadores era que renunciaran a sus propiedades y se alejaran para siempre de las zonas en las que desarrollaban sus tareas. Hasta que todo culminó con lo que perseguían sus enemigos económicos: la renuncia a sus empresas y propiedades. Parece increíble. Pero todo se hizo legalmente: vino la escribana a la cárcel y también quienes exigían quedarse con todo. Ahí se levantó el acta, de la cual tienen una copia dada por la escribana oficial. Dice el acta: Escritura Número 210, en la ciudad de Avellaneda, a once de noviembre de 1977, ante mí, Lía M. Cuartas de Caamaño, escribana titular del registro No. Uno de este partido y a solicitud de los requirientes me constituyo en la Brigada de Investigaciones de Lanús, con asiento en Avellaneda... etc. Y allí les dan el poder a dos personas que podrán vender al precio que ellos indiquen las propiedades de sus posesiones en Santiago del Estero. Tal cual, con nombres y apellidos. La pregunta es: ¿cómo una escribana pudo soportar que a dos presos del Poder Ejecutivo se les obligue a firmar en ese centro de detención conocido como El infierno? Esa señora escribana sigue ejerciendo su profesión ahora, como si nada hubiese pasado. Sí, esa acta fue firmada con la condición de salvar sus vidas y terminar con los tormentos. Cuando salieron de la cárcel habían perdido todas sus pertenencias.
Hay un detalle todavía más increíble: dos de los empresarios enemigos de los hermanos Iaccarino, Bruno Chezzi, presidente de las empresas Equino Química y de la compañía de Tierras y Hoteles de Alta Gracia, y otro empresario, Vicente García, quienes eran los que habían movido a Martínez de Hoz en contra de los hermanos, acompañaron a la escribana en esa oportunidad, para ayudar a convencer a las víctimas de firmar porque si no sus vidas peligraban definitivamente. O entregaban todos los bienes o terminaban en el Río de la Plata tirados desde aviones de la Marina. Como era costumbre.
Esto ocurrió en la Argentina. La misma que tiene un papa, una reina con corona y un rey de la redonda. Y los peores crímenes de la humanidad. De una crueldad inaudita. Permitidos y ordenados desde el poder. Nuestros militares, nuestra policía pero también nuestros empresarios, es decir, también nuestros civiles, los políticos que aceptaron sonrientes ministerios y otros cargos y que hoy viven y pasan su vejez muy tranquilos en sus countries. Y obispos que daban la comunión en la Catedral a los desaparecedores. Un período donde reinó la malicia y lo peor del ser humano: la crueldad extrema. Los hermanos Iaccarino colgados y sometidos a la picana eléctrica para que dejen sus propiedades a los del poder. Un tiempo que nuestros nietos no comprenderán jamás.
Los hermanos Iaccarino tendrían que ser paseados oficialmente por todas las ciudades y pueblos del país, por todas sus universidades, por todos sus centros culturales para que relaten sus experiencias de empresarios que habían cometido el pecado de desafiar a las grandes empresas con un nuevo método de comerciar, más humano y más democrático. El 20 de abril comienza el juicio contra sus últimos represores de El infierno y sobre cómo allí debieron renunciar a todas sus propiedades ante una escribana oficial. Ojalá que también se haga el juicio con los empresarios que se prestaron con la dictadura de la de-saparición de personas para engrandecer su poderío eliminando a la competencia. Por fin: juicio a los civiles y uniformados que faltaron de esa manera tan atroz a la dignidad humana.

jueves, 28 de marzo de 2013

Dictadura empresarial

A nosotros nos sobra dinero y nos falta anarquia.
Nos dan mucha comida, nos falta hambre de ser.
Nos perdonan y seguimos, una voz, aquella, que no se escucha sino que dice lo que queremos oir.
Nos mandan a un tipo, luego a dos, y sino tres. A la cantidad que nuestras almas comerciales necesiten, con tal de mantenernos aferrado a esta baranda que resvala.
Aplauden cuando acatamos, nos castigan cuando nos quejamos.
Nos crían y mal acostumbran, y nos dicen luego frustrados.
Nos dan un paseo al año, nos estafan una vez al mes.
Nos tienen 9 hs a su antojo, y nos dicen a que podemos acceder.
Es el lujo su mirada, es el agua nuestra la que no nos permite ver.
Digitan esta guerra acostados en sus sillones, con el fresco de un aire.
Un aire burlon, burgues, y con mucha porqueria en el cerebro.


domingo, 24 de marzo de 2013

37 años


 
Por Hugo Soriani

Rehenes

En 1978, Argentina deja de ser sólo el país de Videla. Ahora es el de Videla y Menotti. Se va a jugar el Mundial de Fútbol y el escenario central en Buenos Aires, la monumental cancha de River, está a pocas cuadras del otro escenario central, el de la represión, la monumental Escuela de Mecánica de la Armada.
Hay dos escenarios centrales más en Córdoba, que son espejos de ellos. Uno es el estadio mundialista, el Château Carreras, y el otro es el campo de concentración La Perla, reino del general Menéndez, a sólo doce kilómetros de la capital. El día del partido inaugural, Menéndez espera nuevos huéspedes, y para hacerles lugar mata a los que ya no le sirven.
En La Perla se tortura todos los días y todas las noches se fusila a los torturados. El sargento Oreste Padován se encargará de hacerles cavar sus fosas a los que van a matar. El sargento es de orejas grandes como sus ambiciones. A más fosas cavadas más posibilidades de ascenso, piensa Padován, mientras reparte palas a los condenados.
El 1º de junio, antes de que comience el partido inaugural entre Alemania y Polonia, los “nuevos” llegan a La Perla. Es un grupo de 16 presos políticos “legales” que fueron sacados del Penal de Sierra Chica y que serán fusilados en La Perla si la guerrilla comete algún atentado durante el desarrollo del mundial. Nada debe perturbar el camino al éxito del equipo argentino, y los militares son puntillosos.
Durante el tiempo que dura el campeonato, los rehenes son mantenidos sentados en el suelo, con las manos esposadas y los ojos vendados.
Pero cuando juega Argentina, sus custodios les cambian las esposas y las aprietan en sus muñecas con las manos hacia adelante, así pueden agitarlas y festejar si la Selección Nacional convierte un gol. “Festejen, hijos de puta, festejen, apátridas”, los azuzan sus guardianes, cuando los presos no muestran la suficiente pasión futbolera.

Empanadas

El suboficial principal Olguín es el encargado de que la panadería del penal de Magdalena funcione a pleno. A ese penal fueron a parar nombres famosos como Carlos Menem, Lorenzo Miguel, Diego Ibáñez y Rogelio Papagno, entre otros funcionarios del depuesto gobierno de Isabel Perón.
También se aloja en otro pabellón, aislado de todos, un grupo de quince miembros de distintas organizaciones armadas. Ellos no cuentan con ninguno de los privilegios que tienen los ex funcionarios, salvo las empanadas que salen del horno de Olguín, y que son el manjar que se reparte todos los viernes al mediodía.
Nadie sabe la receta, que es el secreto mejor guardado por el suboficial. Nadie la sabe, nadie.
Pero una tarde falta mano de obra y acuden al pabellón guerrillero a buscar ayudantes para que Olguín no falle con las empanadas. Ahora hay quienes se animan a testimoniar.
Cuando las empanadas se retiran del horno están muy calientes y hay que apurarse a enfriarlas para que no se arrebaten. Así que, antes de empalar las fuentes, el suboficial principal pone a sus ayudantes a ambos lados de la mesa en la que se apoyarán las empanadas. Los pone con la boca llena de agua, tan llena que tienen que hinchar sus mejillas como si fueran globos para retenerla.
“Fuego”, grita Olguín cuando las fuentes entran en las bancadas. Y el pelotón de presos, que en ese momento es una compañía de bomberos, escupe con todas sus fuerzas sobre las más exquisitas empanadas que jamás se hayan probado en Magdalena y alrededores.

Kempes

Juan discute con un guardia en la cárcel de Magdalena mirándolo a la cara y no a las botas, como está obligado. Es junio y en la Argentina se está jugando el Mundial.
Esa noche, una patota de cinco gendarmes lo saca de la celda para molerlo a palos, lo baña con agua helada y lo somete a varios simulacros de fusilamiento.
Cuando empieza a amanecer y los pasillos del penal se pueblan con los presos que van a sus puestos de trabajo, lo arrojan en un calabozo de castigo improvisado en un pequeñísimo desván al final de una escalera. Secuestrado dentro de la cárcel, aislado, rodeado de ratas y cucarachas, en cuclillas porque sus dimensiones le impiden pararse, está diez días encerrado en total oscuridad.
No come, porque no le dan comida, y no bebe porque no le dan agua. No sale de ese “buzón” ni para ir al baño.
Nueve noches de esos diez días los gendarmes le pegan nueve palizas, que lo dejan morado de la cabeza a los pies. Hasta el 25 de junio, cuando se produce el milagro: Argentina le gana tres a uno el partido final a Holanda y es campeón del mundo.
Mientras el gordo Muñoz vocifera y celebra el triunfo, le abren la celda y le anuncian que está perdonado. “Agradecele a Kempes –le dicen los gendarmes–, porque si hoy ganaba Holanda vos eras boleta.”
Años después, ya libre, el azar se lo trae y Juan le da a Kempes un abrazo mas fuerte que el de Bertoni aquella tarde de junio.
El abrazo de su vida.

Tenis (Para Jorge Veiga, in memoriam)

El Chiche Veiga recorre el pabellón de la cárcel de Devoto dibujando “drives” y “reveses” en el aire. Cuando salga en libertad, dice Chiche, seré profesor de tenis.
“Pero, ¿vos sabés jugar?”, le preguntan sus compañeros, y Veiga dice que no, que siempre quiso, pero que no jugó ni un “game” en su vida. “Cuando salga seré profesor”, insiste Chiche, mientras mueve sus manos cerrando bien los golpes por detrás de su hombro.
Hace tiempo que Veiga no anda bien y sus compañeros están preocupados. Gabriel y Gustavo, que comparten celda con él, se turnan para dormir porque quieren controlar que Chiche no haga alguna locura, cuando los pasillos de la cárcel están oscuros como sus pensamientos.
Por suerte Chiche sobrelleva su dolor y va mejorando.
“Como las flores”, responde cada vez que algún compañero le pregunta cómo anda. “Como las flores” quiere decir que está fenómeno. “Ando como las flores”, dice, mientras hay que esquivar su drive, que es poderoso y siempre roza la cara de su interlocutor.
Se aproxima el final de la dictadura y los presos políticos van saliendo en libertad. Hasta que una mañana un guardia grita su nombre. “No te olvides la raqueta”, lo cargan sus compañeros. Y Chiche sale en octubre de 1983, cuando se vienen las elecciones que luego ganará Alfonsín.
Pasan los años y son pocos los que tienen noticias de él, pero todos lo recuerdan. Sus exactos golpes de tenis imaginarios, su sonrisa y su célebre frase “como las flores”, son recordados en cada reunión de ex presos y las carcajadas lo traen a Chiche desde Canadá, donde se fue a vivir cuando salió.
Un día Veiga vuelve y se organiza un locro para recibirlo. Hay más de treinta compañeros que se juntan en el reencuentro, cuando aparece Chiche con una raqueta bajo el brazo. Todos se tiran sobre él para abrazarlo. Chiche dice que “anda como las flores” y que en Canadá consiguió un trabajo que le hace ganar un montón de plata. “¿De que trabajás, Chiche?”, es la pregunta obligada. Y Veiga, con esa sonrisa de siempre que le ilumina la cara, responde orgulloso: “Soy profesor de tenis, compañeros”.

Hambre

Hay hambre entre los presos políticos de la cárcel de Rawson. Es julio de 1980, y el frío corroe los huesos de quienes llevan años de encierro. El mejor remedio contra la claustrofobia es la cárcel. O te curás o te morís, dicen los presos.
No hay frazadas para taparse ni ropa de abrigo para ponerse. Lo único que abunda en Rawson son las sanciones y los golpes, repartidos a toda hora y por cualquier motivo.
La comida es muy poca y los militantes presos se encargan de dividirla entre todos. Nunca sobra. Ni un hueso sobra.
Esa mañana de julio hay guiso y a Tintina González le toca repartirlo. Todos hacen cola frente a la olla con disciplina partidaria, ya saben que luego de almorzar se sentirán igual de vacíos que antes.
Pero esta vez el guiso tiene un poco más de garbanzos que flotan en el caldo, rojo por la grasa, y hasta algún pedacito de carne que se hunde en la olla cuando el cucharón de Tintina se empeña en atraparlo.
La fila avanza hasta que el último llena su plato de aluminio y vuelve a su celda. Entonces González remueve con fuerza el cucharón en el caldo, que ya es grasa sólida por el frío, y grita para que sus compañeros de pabellón lo escuchen: “¿Quién quiere repetir carne –grita bien fuerte Tintina–, quién quiere repetir carne?”.
No termina la frase porque el Ricky Alvarez casi que se le tira encima: “Yo, yo quiero, yo quiero”, pide, casi ruega, el Ricky.
“Entonces abrí la boca y repetí conmigo: ¡CAAR-NEE! –le dice Tintina al Ricky–, ¡CAAR-NEE!”

Bauducco

Miguel Angel Pérez tuvo hasta hace poco una productora de televisión en Cosquín, pero en marzo de 1976 era cabo del Ejército Argentino.
Cabo, palabra “corta y repugnante”, dicen sus camaradas, y Miguel Angel es un tipo sensible. Hay que ascender rápido, piensa Pérez, cansado ya de las bromas de sus superiores.
Busca el cabo su oportunidad de hacer méritos, y la encuentra aquella fría mañana del 5 de julio de 1976 en el patio de la penitenciaría de Córdoba, donde está destinado. Son los primeros meses luego del golpe y la muerte llama a la puerta de las celdas donde los presos políticos sufren y resisten.
Hay requisa en el pabellón número tres y el destino lo pone a Pérez frente a la oportunidad de su vida. El es parte de la patota de militares que entra a los golpes al lugar y obliga a desnudarse y salir al patio de la prisión a los cuarenta presos políticos allí alojados.
Raúl Bauducco, que acaba de ser padre, es uno de ellos.
Raúl tiene 28 años y una neumonía que lo debilita, así que espera que todo termine para vestirse y volver a la celda.
Pero ésta no es una requisa más. En el patio empiezan los golpes: trompadas, bastonazos, patadas, todos reciben su merecido hasta que llegan a él.
El cabo Pérez se entusiasma y ya se ve con nuevas tiras. Las que neutralizarán los chistes. Así que toma envión y con todas sus fuerzas descarga el machete sobre la cabeza de Bauducco, que cae sobre las baldosas del patio. Pérez le ordena que se levante, pero Bauducco casi no lo escucha. Tose sin parar. “Levantate o te mato”, insiste el cabo. Raúl no puede por más que lo intenta. Se arrodilla y vuelve a caer.
Entonces Pérez ve el ascenso al alcance de su mano, que sostiene la pistola reglamentaria.
Gira la cabeza y pide autorización a su superior, el teniente primero Enrique Pedro Mones Ruiz, quien asiente con un movimiento de cabeza.
“Levantate o te mato”, repite.
Y lo mata. Lo mata de un tiro en la cabeza delante de cuarenta testigos.
“Yo lo sostenía de las axilas y él se volvía a caer y me decía ‘no doy más’”, declaró el cabo Pérez años después, en Córdoba, durante los Juicios de la Verdad.

domingo, 17 de marzo de 2013

Revolución

El cura villero, jajajajajaa no paro de reírme...Pobre padre Mugica su obra fue ínfima ante el cura villero Bergoglio. Cuanta hipocrecia.

jueves, 7 de marzo de 2013

Mundo Bayer escribió:

Hasta siempre comandante! lo extrañaremos.

Ya está loco, si Osvaldo piensa así, me quedo con mi conciencia tranquila.

martes, 5 de marzo de 2013

Derecha puta, la concha la concha la concha de tu madre.
Hoy se murió nada más Chavez..Esta historia recién empieza.
Latinoamercia de pie, aunque muchos la quieran ver llena de sangre y derecha..Vamos a seguir la lucha del comandante.
Y al que le pinto una sonrisa, mi escupida más punk desde el fondo de mi alma...Mal nacidos.
HAY GENTE DE MIERDA, HAY GENTE QUE NO.

viernes, 1 de marzo de 2013

Gente que no (Todos tus muertos)

Hay gente mentirosa, gente policía
gente de mierda, gente que no
gente que no, gente que no.

Hay gente que te dice que tenés que trabajar
hay gente que te dice que tenés que estudiar
gente que te dice que tenés un problema existencial.
gente que no, gente que no, gente que no.

Tus viejos te molestan te quieren ver triunfar
te quieren bien arriba en la escala social
te llenan bien las bolas te quieren matar
y vos sólo querés mandarlos a cagar!

Gente que te escucha, gente que no
gente que te banca, gente que no
gente que te invita a su casa a dormir
gente que te deja en la calle morir.

y vos...si, vos: no mires al costado
no te hagas el pescado, no te creas que le hablo
al de al lado porque te hablo a vos, quién sos?

Que carajo estás haciendo de tu vida
qué carajo vas a hacer con vos

Querés ser policía!
querés ser policía!
querés ser policía!
querés ser policía!

Yo no, gente que no.