Nos cuesta lo autóctono, lo hecho en casa. Nos cuesta profetizar en nuestra tierra.
Es una costumbre de años, de generaciones mal pasadas.
Avanzó un pensamiento que retrocede, y de ese modo, sobre aquellos vestigios, reconstruimos una macabra forma de continuar la historia.
Nos mal educan, mal enseñan, y se ufanan de bien intensionados. Pero sin reflexión en una educación no cuenta la buena intención como un todo.
Algún día de tu vida salis a la calle, ves a un pibe pidiendo y sentis esa estafa moral que todos sentimos. La explicación de que no todo funciona como pretendes. Que lo lindo que tiene una vida, es una reserva finita.
Y si lo mejor siempre esta afuera y nunca en nuestra escencia, en nuestra interna, díficilmente podremos ser los mejores.
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