viernes, 30 de noviembre de 2012

Tan poco de nosotros

La imaginación flota, sube y suele esparcirse. Se adueña de cada subjetividad, de cada parte racional, de cada centimetro de coherencia. Y nos sumerge en la peor de las aguas, la de la real sequía. Y solo a través de la lucidez, de los ojos abiertos, solo a través de ellos, esa conexión con nuestro exterior más inmediato. Podremos saber si es verdad lo que se siente, o lo que se ve en definitiva.
Cuesta entender en que momento del mundo se juntan nuestros placeres. En que rama, en que árbol. País, o pájaro se ubica la coordenada de este delirio.
Francamente uno huele solamente lo que conoce, el resto termina siendo un olor más.
No nos llenan los perfumes, los sonidos de liras, los libros al pie de la cama. Las velas gastadas, y las cortinas que no esconden sino cubren. No nos damos el tiempo a tanta simpleza.
Solo el alcohol trae ambigüedades a nuestro corazón. Luego nada cambia nuestra visión a todo. Somos tan inconclusos. Nada es todo, somos pequeñas partes, y de esas partes somos tan solo algo.
Entonces el mundo, se torna disfraz, y cada uno de nosotros intentamos ser un atisvo de nosotros mismo.

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