lunes, 16 de febrero de 2015

Desconectada

Tristeza y profundidad. Soledad infinita sin puertas visibles. Sin ventanas. Sofocación. Encierro absoluto.
Salgo de vez en cuando, se me cae una risa, un chiste, alguna cosa del pasado. Pero no me lo creo del todo.
La ruina, la vejez, el hastió, el cansancio de todos y de todo.
Y así y todo me atreví a traer vida, a regarla con alegría y felicidad, aunque todo eso sea una energía absolutamente ajena a mis posibilidades.
Y sigo viendo que todos resuelven lo suyo, y a mi me traen siempre problemas de otros lugares, y tengo un lamentable tic de apropiarme y tener que hacerme cargo de las miserias ajenas. Y todos con el mismo dedito que se sacan los mocos, lo levantan y exigen que sea la salvación de mundos sin mundos.
Y llegan días terribles, dónde todos me dan lo mismo, salvo uno, siempre hay uno que cambia y modifica todo, o uno que es intocable.
Pero el resto, ese maldito resto, se encuentran en mi basural cerebro-vascular, y les digo sin poesía y sin miedos, me tienen podrida, harta, cansada, agotada y se pueden ir todos a la recalcada concha de la lora.

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